La discapacidad, el magisterio de la fragilidad

Ante la celebración del Día Internacional de las Personas con Discapacidad que tendrá lugar el martes, el periodista y profesor Mario Alcudia reflexiona sobre la llamada de atención del Papa al riesgo de dejar de lado a estas personas. Nos recuerda que la comunidad cristiana está llamada a su acogida y plena inclusión

Redacción Religión

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El martes celebraremos el Día Internacional de las Personas con discapacidad, jornada a cuya celebración se suma la Conferencia Episcopal Española, desde el área de la discapacidad; este año se nos propone como lema “Todos juntos regalamos esperanza”.

Todavía hoy, la plena inclusión de las personas con discapacidad sea del tipo que sea, o capacidades diferentes que es como quizá en realidad deberíamos denominarla, está muy lejos de ser una realidad. Este hecho, desde el punto de vista ecclesial, se traduce en que las personas que la padecen no hayan encontrado su lugar propio o específico. Esto ocurre porque hasta hace no mucho se les consideraba meros receptores pasivos en vez de agentes de evangelización; y es que más que en las limitaciones conviene poner en valor que son fuente de gracia para la Iglesia.

El hecho de que esta Pastoral estuviera hasta no hace mucho incluida en la pastoral de la salud provocaba un desdibujamiento de la realidad y un sentimiento de incomprensión.

Desde la Iglesia se viene realizando en los últimos tiempos un estupendo trabajo con la publicación de materiales y métodos pedagógicos que favorecen esta enseñanza del Evangelio, respetando su singularidad, permitiendo así una catequesis inclusiva que favorezca su encuentro con el Señor. También, claro, en todo este proceso es esencial la cada vez mejor cualificación de los catequistas que trabajan en sintonía y comunión con las familias

Lo que está claro es que la transmisión y vivencia de la fe no debe encontrar barreras porque es un don que Dios regala a todos; también los que tienen capacidades diferentes. Es esencial que el Evangelio llegue a todos ellos y que puedan incorporarse plenamente a la comunidad cristiana.