"Solo los delincuentes borran su rastro cuando descubren que los persiguen los agentes de la ley, Pero, en este caso, el agente de la ley eras tú"
Escucha el monólogo de Jorge Bustos del viernes 20 de diciembre
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Bienvenido al Mediodía de este viernes 20 de diciembre. Hoy vamos a jugar al juego de los polis que se convirtieron en cacos, o de los fiscales que se conducen como delincuentes. Imagina que eres el Fiscal General del Estado. Es decir, un señor que se dedica a perseguir a los criminales. La democracia te ha confiado ese papel. Te ha nombrado un presidente de tu propia ideología, claro, pero confías en poder conciliar tu afinidad política con tu deber institucional.
Sin embargo el Gobierno al que has elegido entregarte es bastante amoral, y cada vez más corrupto. Y algo se tuerce definitivamente el día en que Moncloa te ordena cometer un delito: filtrar una información confidencial que afecta a una rival política de tu jefe, con el fin de desviar la atención de la mujer de tu jefe, acusada de tráfico de influencias entre otros delitos. De hecho hoy mismo declara ante el juez la directora de programas de Moncloa que la mujer del jefe reutilizaba para sus negocios privados.
Cuando tú, fiscal general, recibes la orden de atacar a Ayuso vulnerando los derechos de su novio ni te lo piensas: decides que el relato político es más importante que tu función constitucional, que la oposición que aprobaste y que el juramento que hiciste. Así que filtras a toda prisa la información confidencial pensando que nadie te puede tocar: sigues siendo el fiscal general y el presidente es tu amigo, tu protector. Pero resulta que el ciudadano particular perjudicado por tu filtración pone una querella. Y la maquinaria de la Justicia que tan bien conoces se pone en marcha. Y viene hacia ti.
Hay móviles aún por descifrar y no se descarta que esos mensajes se puedan recuperar con una tecnología puntera que obra en poder de la UCO"
Copresentador de 'Mediodía COPE'
Entonces te das cuenta de lo que has hecho, llevado de la pasión por tu jefe. Comprendes que puedes acabar siendo el primer fiscal general de la democracia imputado, y también procesado, y también condenado. Revisas tu teléfono y compruebas la cantidad de mensajes que tienes con tus subordinados, con tus jefes políticos, con sus jefes de gabinete y con periodistas de izquierdas. Son mensajes que te incriminan a ti y que los incriminan a ellos. Así que, ya metido a delinquir, decides huir hacia delante y borrarlos: que sea lo que Dios quiera. Ya te indultará el jefe cuando te llegue la hora. Y de hecho el presidente sale el mismo día, ayer, en que la Guardia Civil descubre el borrado de los mensajes para exigir que te pidan perdón todos los que te acusaron. Con un patrón así, da gusto. Morirías por él. Y de hecho vas a morir profesionalmente por él.
Porque la Justicia no se detendrá ante tu móvil sin mensajes: al contrario lo interpretará como una prueba más de tu culpabilidad. Porque solo los delincuentes borran su rastro cuando descubren que los persiguen los agentes de la ley. La novedad, en este caso, es que el agente de la ley eras tú antes de convertirte en un corrupto. En un presunto delincuente.
Hay móviles aún por descifrar y no se descarta que esos mensajes se puedan recuperar con una tecnología puntera que obra en poder de la UCO. Los indicios se multiplicarán en tu contra. El análisis del móvil de Juan Lobato ya ha permitido arrojar más luz. Hoy sabemos que en el manejo de los correos confidenciales participó personalmente la cúpula del Gobierno y del partido. Incluidos el entonces secretario de Estado de Comunicación ya purgado y su sucesor, el activista Antolín. La existencia de una operación de Estado para desacreditar a una rival política se hace cada día más evidente. Y tú, Alvarone -y quizás no solo tú-, vas a pagar por ella.