"Es difícil mentir en 111 segundos de declaración, pero estamos ante Sánchez, el Usain Bolt de las patrañas"

Jorge Bustos analiza en su editorial de este martes por qué el vídeo de la declaración del presidente del Gobierno "tiene más relevancia de lo que parece"

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No es normal ver y oír a un presidente del Gobierno declarando por la presunta corrupción de su mujer. No solo no es normal: es que en una democracia menos idiotizada o más exigente que la nuestra -no sé, en Portugal o en Alemania-, ese presidente ya habría presentado su dimisión. 

Eso hizo el portugués Antonio Costa, teniendo mayoría absoluta, por mucho menos de lo que hoy investiga el juez Peinado. No es normal que un presidente se tome cinco días de reflexión porque está profundamente enamorado de su mujer y opina que el pueblo español no se merece ser dirigido por una pareja tan ejemplar. 

No es normal que el máximo responsable político de un país democrático se niegue a colaborar con la Justicia, ordene ataques a jueces independientes y trate de intimidar a periodistas críticos no por los bulos sino por las verdades incómodas que destapan.

Y sobre todo no es normal que un presidente del Gobierno le mienta no ya al médico sino incluso al juez. Porque Sánchez mintió cuando Peinado le preguntó si tenía alguna relación “de parentesco o amistad” con el empresario Barrabés y respondió que no. 

Cuando la amistad del matrimonio Sánchez-Gómez con Barrabés, desde los tiempos en que esquiaban juntos en Cerler, es de dominio público. Como también lo es el vídeo de 2021 en que Pedro pone de ejemplo al empresario, porque conoce su trabajo “en primera persona”. Y por si fuera poco, el propio Barrabés reconoció media docena de reuniones en Moncloa, algunas con el presidente presente. 

Mira que es difícil mentir en 111 segundos de declaración, pero estamos ante Pedro Sánchez, el Usain Bolt de las patrañas. Alguien que provocaría que Pinocho se quemara a lo bonzo, deprimido ante la imposibilidad de competir con semejante plusmarquista de la trola.

      
             
      

El vídeo de Pedro Sánchez declarando como testigo en la causa contra su esposa tiene más relevancia de lo que parece. Los que gimotean ahora por esta filtración, pero jaleaban las filtraciones de casos del PP, no tienen ahora ninguna legitimidad para quejarse. Lo relevante del vídeo es el retrato de cuerpo entero del personaje. 

Esa soberbia que le impide asumir que no es intocable, que en una democracia no hay nadie por encima de la ley. Tampoco él, por muy bueno que esté, como diría cierto diputado socialista de Madrid. Yo no sé si negar su amistad con Barrabés, que ha facturado como nunca en estos últimos años, es suficiente para abrir una pieza separada por falso testimonio. No lo sé, serán los tribunales los que decidan. Pero sé que la bunkerización del presidente va en aumento.

No puede gobernar, pero a cambio está reforzando el departamento de propaganda. Acaba de remodelar el gabinete para ampliar con más asesores a dedo el departamento de discurso (como te lo cuento: ha creado una Dirección General de Discurso). 

      
             
      

Está obsesionado con controlar la opinión pública, y no se da cuenta de que la mejor manera de que la gente mejore la opinión que tiene de ti no es comprando asesores, ni opinadores, sino gestionando mejor. Solucionar los problemas de la gente: la vivienda, la pérdida de poder adquisitivo, la falta de competitividad del sistema educativo, el paro juvenil, la crisis migratoria.

El problema es que para todo eso hace falta, entre otras cosas, menos sectarismo y aprobar unos presupuestos actualizados. Y un techo de gasto creíble. 

Pero el Gobierno acaba de retirar la votación del techo de gasto del jueves, porque sabe que la tenía perdida. Porque se alió con un prófugo que nunca fue de fiar, y le vendió una amnistía ilegal con tal de aferrarse a la Moncloa. En estas circunstancias, una retirada equivale a una nueva derrota parlamentaria. 

      

Aunque ojo, la debilidad de Sánchez es más preocupante que su fortaleza: porque cuanto más desesperado se siente, más dispuesto estará a entregar a Puigdemont lo que le pida a cambio de unas cuentas públicas. Sean las competencias en materia de migración, el cuponazo o un referéndum de independencia. Lo que sea, como sea, con tal de alargar su carísima huida hacia adelante.