"No sabemos el tiempo que le queda a la película del sanchismo, pero ya conocemos el guion"

Jorge Bustos analiza las claves de la actualidad de este lunes 16 de septiembre

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Acaba de decir Pedro Sánchez, el Niño del Búnker en términos taurinos, que por primera vez desde que llegó a La Moncloa no tiene elecciones a la vista. Ha reunido a su grupo parlamentario y le ha asegurado que se vienen 18 meses sin elecciones. 

Lo primero que uno piensa al oír a Pedro jurar que no habrá elecciones es que planea adelantarlas en el próximo cambio de opinión; no es que seamos desconfiados, es que el sanchismo nos ha hecho así. Lo segundo que uno piensa es que está mandando un mensaje de cierre de filas a su tropa, para que a nadie se le ocurra prestar oídos a compañeros díscolos como Page o Lambán. 

Y lo tercero que uno piensa es: ¿cómo va a lograr Pedro Sánchez gobernar estos 18 meses que pretende agotar sin una mayoría estable que le permita convalidar decretos y aprobar leyes, empezando por unos presupuestos?

La respuesta la aportan hoy los compañeros de El Confidencial, que desvelan un plan de ataque a periodistas y jueces orquestado directamente por el partido del Gobierno. 

Al parecer hay una fontanera de Ferraz que lleva meses recopilando la clase de información que el propio Sánchez llamaría fango para lanzarla en el momento oportuno contra los dos únicos contrapoderes que no termina de manejar: los tribunales que investigan a su mujer y la prensa crítica que destapa ese y otros casos de corrupción socialista. 

Esta clase de campañas no son propias de gobernantes europeos, más allá de alguno cercano a Putin, como Viktor Orban; pero es que ni siquiera son propias de gobernantes a secas, porque un Gobierno democrático suele tener cosas más importantes que hacer que atacar a los periodistas y a los jueces. 

A no ser, claro, que hayas perdido la mayoría legislativa que te invistió y tengas que aguantar en el poder a base de montar guerras culturales o ideológicas para desviar la atención de tu debilidad parlamentaria y de tus problemas de corrupción.

Así que no sabemos el tiempo que le queda a la película de sanchismo, pero ya conocemos el guion: ruido dialéctico, campaña permanente, erosión de los contrapoderes, relatos divisivos para aturdir el juicio de los ciudadanos, señalamiento de medios y jueces independientes. 

Un ejemplo de nuevo cuño: Óscar López, el mismo que en 2018 dijo de Sánchez “este tío nos lleva al desastre”, ha inaugurado su etapa como ministro cambiando el nombre del caso Begoña por “caso Peinado”. ¿Ves qué fácil? Cambias el nombre de la imputada por el del incómodo juez que la investiga y listos, a ver si cuela. A todo esto el departamento de neolengua y eufemismos de Moncloa lo llama “Plan de Acción por la Democracia”, y mañana lo va a aprobar el Consejo de Ministros.

A esta estrategia el PP quiere oponer otra que ya surtió efecto la semana pasada, cuando el Congreso instó al reconocimiento de Edmundo González como presidente electo de Venezuela. Se trata de estrechar lazos con el PNV e incluso con Junts en aquellas cuestiones en las que puede haber coincidencia ideológica. 

Por ejemplo, una ley de vivienda que no consista en intervenir los precios para provocar el efecto contrario al que buscaba el Gobierno cuando la aprobó: el precio de los pisos no deja de subir. Veremos si Feijóo es capaz de articular esa mayoría alternativa en futuras votaciones, algo que desgastaría aún más al Gobierno.

En fin, ya que no puede gobernar, Sánchez se propone resistir. Al fin y al cabo de eso iba su primer libro: de presumir de resistencia. Lo de gestionar se lo deja a las comunidades autónomas.

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