A Mario Vargas Llosa: "Ha sido el último caballero andante de nuestras letras. Descanse en paz"

Escucha el monólogo de Jorge Bustos del Lunes Santo 14 de abril

- 3 MIN

Quizá sea exagerado afirmar que Mario Vargas Llosa ha muerto, porque pocos escritores quedaban vivos con la inmortalidad tan garantizada. Fue canonizado en vida nada menos que por tres academias. La Academia Española le incorporó a sus filas por saber usar como pocos nuestra lengua para edificar sus catedrales literarias. La Academia Francesa le admitió por primera vez en su seno sin haber escrito en francés, pero habiendo metabolizado el magisterio de los grandes genios como Flaubert mejor que los franceses. Y la Academia Sueca le dio el Premio Nobel, el sexto que ganaba un autor hispanoamericano, tan merecido como el de García Márquez, que fue su amigo y también su enemigo.

Y como García Márquez, Vargas Llosa empezó en el periodismo. Y en concreto en este medio, en la radio. A los 19 años le encomendaron los boletines de Radio Panamericana. Luego fue reportero en un periódico. Se doctoró en Madrid, triunfó pronto en la literatura, se convirtió en un clásico en vida. Yo recuerdo nuestra emoción de alumnos de primero de Filología cuando fue anunciado en la Complutense a principios de siglo y nuestro profesor suspendió la clase, naturalmente: su asignatura se había hecho carne y venía a vernos.

Vargas Llosa tuvo un padre violento que lo metió en un internado opresivo en un país sometido a una dictadura militar. Toda aquella represión prendió para siempre en él unas ganas insobornables de libertad. La buscó en el marxismo primero, pero rompió con esa ideología en cuanto comprobó que era tan totalitaria como el fascismo. Entonces se hizo liberal, y dedicó su vida y su obra a defender la libertad como valor supremo. Fue un intelectual comprometido con la política de su tiempo. Nunca se escondió, tampoco en aquel octubre de 2017 del golpe separatista.

Pocos escritores quedaban vivos con la inmortalidad tan garantizada"

Jorge Bustos

Copresentador de 'Mediodía COPE'

Este era el escritor en Barcelona, tomando la palabra en la gran manifestación constitucionalista de aquel 8 de octubre de 2017, en pleno golpe separatista. Pero en Vargas Llosa era imposible separar el arte literario del compromiso intelectual. Porque sus grandes novelas (como “conversación en La Catedral”, “La fiesta del chivo”, “La guerra de nuestros antepasados”) son una exploración de la maquinaria del poder: nos cuentan lo que hace el poder abusivo con el hombre, y lo que el hombre puede hacer para rebelarse, y el precio de esa rebeldía. Esta coherencia moral es quizá su gran legado: su denuncia de la ceguera ideológica, su pasión por la libertad, que nunca cedió al cálculo de quedar bien y decir lo correcto, ese vicio hipócrita tan propio del mundillo de la cultura.

Por eso a mí de Vargas me atrajo primero su militancia y después me sumergí en las novelas. En la precisión de su fraseo tallado al corte, en la redondez psicológica de los personajes, en la arquitectura perfecta de su mundo narrativo. Se tomó la literatura como un sacerdocio: como si su obra fuera más importante que su vida. Y así logró tener las dos cosas: una obra inmortal y una vida plena.

Hace unos años me encomendaron moderar un debate entre él y Escohotado. Imagínate, no sé cómo logré decir una sola palabra. Por aquel entonces Podemos estaba en auge. Acerté a balbucear que los enemigos del liberalismo disfrutan de Atenas, o sea de la democracia liberal, mientras trabajan para destruirla. Don Mario me sonrió cuando le agradecí que se hubiera conducido siempre como un ateniense de palabra y de obra. Ha sido el último caballero andante de nuestras letras. Descanse en paz".