"Me temo que la única vivienda que le interesa a Pedro Sánchez es la suya: el palacio de La Moncloa"

Parece que las dos formaciones políticas mayoritarias se han tomado en serio el mensaje de Nochebuena del Rey, cuando instó al consenso entre los partidos de Gobierno para llegar a soluciones en el ámbito concreto de la inmigración y de la vivienda. Mientras llega o no llega el acuerdo para aliviar a Canarias de la situación crítica que está viviendo por la oleada incesante de cayucos, situación que en este programa denunció el jueves pasado el presidente Clavijo, PP y PSOE han empezado a lanzar sus propuestas en materia de vivienda.

Se adelantó el Partido Popular desde su cónclave de este fin de semana en Asturias. Su plan para facilitar el acceso a la vivienda es de inspiración liberal, coherente por tanto con las políticas que siempre ha defendido el PP, y opera básicamente en tres frentes: primero, bajada de impuestos a jóvenes y familias y ampliación de los avales; segundo, movilización de suelo público y reducción de trabas burocráticas para construir vivienda de alquiler a precio asequible, de hasta un 30% más barato que el precio de mercado; y tercero protección de propietarios y desalojo de okupas en 24 horas para dar seguridad jurídica a los tenedores de pisos y que salgan al alquiler. El plan suena bien, y solo nos preguntamos dos cosas: cuánto va a tardar en aplicarse para que se vean los efectos, y por qué no se hizo antes en todas las comunidades gobernadas por el PP, que son mayoría desde la primavera de 2023. Pero mejor en 2025 que nunca.

En todo caso el problema de la vivienda es suficientemente grave como para requerir soluciones de todos los niveles de la administración pública, empezando por la legislación nacional, y esa responsabilidad solo compete al Gobierno. Hoy Sánchez ha anunciado su enésima promesa en materia de vivienda. Es la receta fracasada de siempre: intervencionismo y señalamiento de un enemigo fantasmagórico -los fondos buitre, los ricos, los herederos- que no se corresponde con la realidad de un país de pequeños propietarios que quieren garantías y rentabilidad, no eslóganes de pancarta.

Cada vez que mira las encuestas y descubre que la vivienda ha vuelto a escalar entre las preocupaciones de los españoles, Pedro encarga un plan cosmético para aparentar que hace algo. Pero lleva seis años y medio en el poder, y en este tiempo ha construido muchas más promesas que viviendas. ¿Por qué? Porque construir lleva tiempo y exige trabajo: prometer es gratis. Pero la demagogia y los ataques a la derecha no van a rebajar el precio de la vivienda en España.

Mira, el problema inmobiliario no ha explotado ahora por casualidad. Sus causas vienen de lejos y sus consecuencias eran perfectamente previsibles desde que el estallido de la burbuja paralizó las grúas y restringió los créditos. Un país que no construye viviendas al ritmo que crece su población tiene un problema. 

Un país que no liberaliza suelo ni elimina burocracia ni incentiva a los propietarios para que oferten pisos tiene un problema. Pero la mayoría parlamentaria que tiene Pedro carece de mirada a largo plazo (se dedica a sobrevivir al día a día), y además el peso que en esa mayoría tiene el populismo de extrema izquierda obliga a recetar soluciones intervencionistas que lo único que consiguen, como ha pasado en Cataluña, es encarecer todavía más el precio y reducir la oferta del alquiler y cronificar a los jóvenes en casa de sus padres.

Me temo que la única vivienda que le interesa a Pedro Sánchez es la suya: el palacio de La Moncloa. Y para mantenerse en Moncloa hace lo de siempre: enfrentar a los ciudadanos y estimular el rencor de los que no tienen casa en propiedad contra los que sí la tienen o la heredan. Y atizar esa división es exactamente lo contrario de lo que necesitamos para arreglar el mercado inmobiliario: la colaboración entre partidos, administraciones y sector privado.