"Eso es la Navidad: un milagro capaz de santificar incluso el fango"

Jorge Bustos habla sobre la llegada de la Nochebuena y todo lo que ello significa

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Es la una, las doce en Canarias.

Qué tal, soy Jorge Bustos, te doy la bienvenida a este hermoso día de Nochebuena. Este es un programa informativo, pero la única noticia que importa un día como hoy es esa, la llegada de la Nochebuena, y lo que eso significa. 

Es una noticia que se lleva dando 21 siglos, se actualiza cada año y nunca pierde vigencia. Mira, desde que empecé a publicar columnas en periódicos, hace ya 20 años, adopté la costumbre de escribir siempre una columna navideña cuando llegaban estas fechas. Siempre lo he cumplido y espero seguir cumpliendo.

Hace años esa elección de tema, que tampoco parece muy original, resultaba más bien minoritaria en la prensa española. Pero veo que cada vez más colegas hacen lo mismo. Hasta el punto de que el artículo navideño ha vuelto a ponerse de moda. 

Este año he leído más columnas navideñas que ningún otro año: escritas por articulistas de izquierdas y de derechas, creyentes y ateos, algunas realmente hondas y conmovedoras, otras cursis pero bienintencionadas, y también alguna malaje y esaboría, la típica muestra de navideñofobia del aguafiestas que quiere contagiarnos su amargura; lo cual no deja de ser otra tradición navideña, tan vieja como Dickens. El caso es que vivimos un pequeño auge de la reflexión en torno a la Navidad, y yo creo saber por qué. Creo que es porque la Navidad se vuelve más importante en tiempos de incertidumbre.

La vida durante la infancia es -o debe ser- un hechizo permanente, un juego perpetuo"

Jorge Bustos

Codirector de 'Mediodía COPE'

Que la Navidad va en serio, como diría el poeta, uno lo empieza a comprender más tarde. Cuando somos niños vivimos esta fecha con las ilusiones intactas, porque la vida durante la infancia es -o debe ser- un hechizo permanente, un juego perpetuo. 

      
             
      

Pero luego crecemos y la vida va trabajándonos quizá con sus desilusiones, con sus golpes quizá, con sus pérdidas y sus nostalgias. Y entonces empezamos a temer la llegada de una noche como esta, porque la asociamos a esas ilusiones perdidas. Y este es un grave error de concepto, porque la Navidad, en realidad, no se hizo para los niños. También se hizo para ellos, entiéndeme, pero comprender su mensaje exige una conciencia adulta, una que ha vivido ya, una que ha sufrido ya.

La escena del portal de Belén donde arranca la era cristiana, donde nace nuestra civilización más allá de la fe de cada cual, nos recuerda que la premisa de esta vida no es la abundancia, no es la plenitud, no es la perfección. Es al revés. 

Esa imagen misteriosa de una familia sagrada en un establo nos recuerda que habrá dolor, habrá sufrimiento, pero que no importa. Porque siempre habrá esperanza en el amor, en la familia, en la solidaridad.

      
             
      

Por eso el epicentro de la Navidad este año está en Valencia. En esos hogares golpeados por la riada que esta noche se reunirán en una casa con la fachada húmeda aún, sucia aún, pero con sus miembros dándose calor mutuamente a pesar de la privación, como la mula y el buey calentaron el pesebre del niño. Esto lo han entendido muy bien los belenistas que entrevistamos la semana pasada en Benetússer, artesanos que han usado el barro que los dañó para modelar las figuras de sus nacimientos. 

Eso es la Navidad: un milagro capaz de santificar incluso el fango. Y hablando de fango, en este programa seguiremos contando muchas noticias, y qué remedio, seguiremos dando cuenta del barro cotidiano de la política. Lo haremos aún este mediodía. Pero esta noche no. Porque esta noche es Nochebuena, y mañana es Navidad.