"Las palabras babosas de Almodóvar vienen a confirmar que lo único destacable de Sánchez es su cuerpo"

Jorge Bustos analiza las palabras de Almodóvar sobre el presidente del Gobierno y por qué son más importantes de lo que pueden parecer

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Pedro Almodóvar es un gran director de cine y es también un bocachancla lastimoso cada vez que habla de política. Las dos cosas son compatibles. 

Igual que no le pedimos a un futbolista análisis geoestratégicos sobre el conflicto de Oriente Próximo, ni le pedimos a una miss universo políticas públicas para atajar a crisis de natalidad, tampoco deberíamos pedirle a Almodóvar argumentos racionales sobre nada que no sea cine. La prueba es esta declaración que ha hecho en el Festival de San Sebastián.

El público le ríe la gracia, pero yo sospecho que a su tocayo, al destinatario de la lisonja, no le habrá hecho demasiada gracia. Y si se la ha hecho es peor, porque las palabras babosas de Almodóvar vienen a confirmar que lo único destacable de Pedro Sánchez es su cuerpo, no su cerebro, ni mucho menos su conciencia.

Ya no entro en la torpe maniobra de cosificación sexual, que a Almodóvar se le perdona de un modo que no se le perdonaría a un cineasta de derechas (si es que hay alguno) si fantaseara en público con los favores físicos de una ministra, por ejemplo. 

Lo interesante de todo este asunto, que no es tan anecdótico como parece, es que a Pedro últimamente ya solo se le reivindica por guapo, porque ni los suyos son capaces de encontrarle otro mérito.

¿Por qué las palabras de almodóvar no son tan "anecdóticas" como parecen?

Es curioso que la operación para reducir al presidente a la condición de hombre florero partan de sus propias filas, pero los indicios se acumulan en los últimos días. 

      
             
      

Por ejemplo, hemos oído a un diputado socialista de la Asamblea de Madrid acusar al PP de envidiar a Pedro hasta el punto de criticarle solamente “porque está bueno”: literal. Además, todo un ministro de Transportes, Óscar Puente -también conocido como Óscar Puenting por el riesgo que le gusta asumir en sus declaraciones-, se burló de Feijóo porque a él no le iba a dar un premio Anne Hathaway en Nueva York. 

Al final ese premio, que por cierto concede una organización generosamente subvencionada por el propio Sánchez, se lo entregó otra señora menos glamurosa y Pedro y Puente se quedaron sin foto. Y ahora llega lo de Almodóvar, el mismo Almodóvar que ya confesó haber llorado amargamente durante los cinco días de reflexión que se tomó el marido de la imputada por corrupción más célebre de España.

EL LEGADO DE sánchez

Sabemos que al presidente del Gobierno le preocupa su legado. Le preocupa cómo le recordará la historia, o eso le dijo a Máximo Huerta mientras lo echaba. Pero a sus más ardientes partidarios parece que solo les preocupa que siga estando bueno, más allá de lo que haga con el país que todavía preside. 

      
             
      

La verdad es que, para ese viaje, podría haberse quedado con el título de concejal más guapo en la oposición del Ayuntamiento de Madrid. 

Nos habríamos ahorrado la colonización a dedo de las instituciones, la soberbia cesarista que ha destruido el PSOE, los planes de censura contra los medios libres, la quiebra de la igualdad ante la ley que representa la amnistía, la quiebra de la igualdad económica que representa el cuponazo catalán, la crisis de la vivienda, la crisis migratoria, las cifras de paro juvenil y otros muchos hitos en la ejecutoria del peor presidente de la historia de nuestra democracia. Pero eso sí, también el más guapo.

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