"El sanchismo no acabará como empezó, con una moción de censura. No morirá de un golpe traumático"

Escucha el monólogo de Jorge Bustos del viernes 22 de noviembre

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Qué tal, bienvenido a este mediodía de viernes, día uno después del Aldamazo. Vamos a centrarnos ahora en las consecuencias políticas de la declaración judicial de Aldama. La más relevante de ellas fue la comparecencia del líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, ofreciéndose para liderar una moción de censura si algún socio de Sánchez se anima a cambiar de bando... a medida que vaya saliendo más y más porquería socialista. Feijóo sabe que hoy no tiene números para una moción de censura. Y lo más probable es que nunca los tenga.

Te voy a contar un secreto: Mariano Rajoy no cayó por la corrupción. Eso es mentira. La higiene pública y la regeneración institucional nunca le importaron nada ni a Pedro Sánchez ni a Podemos ni al resto de socios que les acompañaron en la aventura. A todos les unía una sola cosa: el lucrativo horizonte de oportunidades que les abría la situación de dependencia de un presidente en minoría y sin escrúpulos. Empezando por los separatistas catalanes y el PNV. Y esa situación no ha cambiado: solo ha ido a más. Pedro es más dependiente y tiene menos escrúpulos aún y es más chantajeable que nunca. Y por eso, aunque se convierta en el primer presidente imputado de la democracia, ningún partido de la mayoría Frankenstein le abandonará, porque nadie mata a su gallina de los huevos de oro.

El último capítulo de todo manual de resistencia solo puede titularse de un modo: el derrumbe"

Jorge Bustos

Copresentador de Mediodía COPE

Tampoco es creíble que cuatro diputados socialistas vayan a romper la disciplina de voto para echar a Pedro: esa bancada se ha convertido hace tiempo en un ejército norcoreano que aplaudiría el sacrificio de sus propios cónyuges si Pedro decidiese incluir los sacrificios humanos a su persona en el nuevo ideario del partido.

Así que solo nos queda Podemos, y no veo a Podemos pactando con el PP. La señora Belarra demostró, ayer mismo, que ni siquiera en el día de mayor debilidad del sanchismo es capaz de sostener su palabra a favor del impuestazo a las energéticas: prefirió dejarse engañar por la vaga promesa de Bolaños de un supuesto gravamen más adelante. Siempre todo más adelante.

Así que, el sanchismo no acabará como empezó, con una moción de censura. No morirá de un golpe traumático, sino a causa de una enfermedad degenerativa penosa y prolongada. A poco que Aldama entregue el respaldo documental de la tercera parte de las acusaciones que vertió ayer, los tribunales harán su trabajo y el cerco se irá estrechando en torno al Gobierno, el partido y la misma alcoba presidencial. La agenda política quedará sustituida por la agenda judicial. La agonía se irá agudizando, y al final todo el carcomido edificio se desmoronará. No sé si es el final que merece Pedro Sánchez -eso lo dirán los tribunales- pero es el final que él ha elegido. Porque por propia lógica narrativa, el último capítulo de todo manual de resistencia solo puede titularse de un modo: el derrumbe.

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