El Museo del Traje, por dentro: maniquís invisibles, un Versace que se deshace y lo que esconde su sótano

COPE se adentra en el madrileño Museo del Traje para conocer las joyas de indumentaria que alberga, piezas con la misma categoría de protección que un cuadro de Velázquez

María BanderaMiguel Pérez

Publicado el - Actualizado

7 min lectura

La moda está de moda y buena muestra de ello es el madrileño Museo del Traje que acaba de reabrir sus puertas tras una importante reforma de más de un año que ha permitido renovar su infraestructura y su exposición permanente. Ahora, dentro de sus vitrinas, auténticas obras de arte que ven por primera vez la luz y que llevan la firma de Mariano Fortuny, Asunción Bastida, Cristóbal Balenciaga, Oteyza o Yves Saint Laurent.

La puesta a punto del museo pone de manifiesto la importancia de la moda hoy en día. "La moda es algo muy atractivo, juega con la idea que tenemos de nosotros mismos, con lo que aspiramos a ser, está muy ligada a la construcción de la individualidad y con cómo nos relacionamos en sociedad", recuerda Paula Ramírez, subdirectora del Museo del Traje y maestra de ceremonías en esta visita que COPE ha realizado tanto a la parte visitable del museo como a la de acceso restringido. "La moda es un testigo de nuestras formas de vida, de la forma de pensar o de producir, una herramienta muy útil para conocer nuestras sociedades y nuestra historia".

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La moda es una herramienta muy útil para conocer nuestra historia

Más de mil piezas, la mitad de ellas inéditas se exponen bajo una luz tenue en la reapertura de este museo considerado como una referencia a nivel internacional tanto por lo excepcional de sus colecciones, como por lo innovador de los enfoques de investigación.

Su cierre temporal ha permitido además replantear su discurso, con un planteamiento que ahora no es tan estético. "Se ha puesto la moda del siglo XVIII en relación con la cerámica del momento, porque la moda está relacionada con su entorno y con la forma de vida”.

MANIQUÍS INVISIBLES; LA ROPA MODELA EL CUERPO

La ropa modela el cuerpo, al menos en Occidente. El cuerpo “es algo construido” y los maniquís que soportan cada una de las piezas, deben mimetizarse con la “evolucion de la silueta” a lo largo del tiempo. “No es lo mismo un cuerpo de los años 50, tipo reloj de arena, que otro de los años 20 de forma tubular o los del Barroco, mucho más gruesos”.

Por esta razón el museo recurre a maniquíes elaborados a medida para cada una de las piezas que expone, algo que lejos de lo que podamos pensar, no es habitual en los museos de indumentaria.

En este 'laboratorio' se toman medidas, se cosen y hornean cada uno de estos soportes. Un laborioso y minucioso trabajo en la sombra cuyo fin, paradójicamente es que pasen totalmente inadvertidos en la exposición. "Se trata de que sean lo más invisibles posible para que la pieza luzca más y sufra poco mientras esté expuesta".

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UN VERSACE QUE SE 'DESHACE'

Conocer el gran trabajo que hay detrás de cada una de las piezas que se expone ayuda a ponerlas más en valor si cabe. Es el caso del taller de costura donde se confeccionan los "rellenos, faldonajes y piezas interiores que contribuyen a dar volumen" y a que el traje luzca perfecto.

El taller de restauración es otro de los pilares del museo, que al igual que los anteriores no es accesible al público en general. En él profesionales cualificados se encargan de conseguir que cada pieza recobre el esplendor de su momento. "Con un aspirador delicado se quita en primer lugar el polvo, que es un factor de degradación. Luego se le da un tratamiento dependiendo de las necesides de cada pieza. Es habitual realizar un planchado en vertical con vapor frío sin ejercer presión".

PESO Y PASO DEL TIEMPO

Curiosamente los tejidos de las prendas antiguas soportan bastante bien el peso y el paso del tiempo a diferencia de otras más actuales. Y buena muestra de ello es la pieza con la que se abre la exposición, un vestido de Versace de 1995 "que está hecho polvo". "La idea de que los tejidos antiguos se conservan peor, no siempre es cierta. Hay trajes contemporáneos que no aguantan el paso del tiempo, mientras que algunas telas del XVIII son más estables y resistentes”.

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BAJO EL SUELO DEL MUSEO

Cuando pisamos el suelo de la exposición no somos conscientes de lo que se esconde bajo él. La muestra expone más de mil piezas, que son muchas, pero que solo suponen el 1% de la colección que albergan los inmensos almacenes que discurren por sus bajos. Naves de hormigón de techos infinitos, con numerosas salas de acceso restringido que garantizan la temperatura estable que necesitan los trajes para su correcta conservación.

Cualquiera de estas piezas tiene la misma categoría de protección que un Velázquez

En este almacén comprobamos como cada una de las piezas se guarda de forma individual en unos estudiados archivadores estancos. “Las prendas más antiguas se introducen en cajas forradas de algodón neutro al que no se ha añadido ningún elemento químico para que no interactúe con la pieza. Tampoco lleva botones, ni enganches metálicos, ni nada que pueda alterarla, su única forma de cierre son unas sencillas cintas de algodón.

¿La razón de este cuidado extremo? "Cualquiera de estas piezas tiene la misma categoría de protección que un cuadro de Velázquez".

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UN GUANTE CON HISTORIA

El cierre por obras ha permitido hacer un cambio en la exposición permanente que de otra manera hubiera sido prácticamente imposible. La nueva exposición incluye piezas del fondo textil, pero también bienes etnológicos y documentales que ayudan a contextualizar las distintas épocas y a entender que las modas trascienden al ámbito de la indumentaria.

A través de escenografías, que muestran el arraigo de las modas en los objetos cotidianos, se propone un recorrido cronológico desde los siglos XVII y XVIII hasta nuestros días.

De entre todas estas piezas destaca una, de las más antiguas; un guante masculino de mediados del XVII. “En indumentaria es raro encontrarse con piezas de antes del siglo XVIII, ya que al ser de uso cotidiano no suelen conservarse”.

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EN TRANVÍA SIN MIRIÑAQUE

En este recorrido nos detenemos en una sala especial; la de los años 20 y 30. "Es una sala que refleja los cambios que se producen con la llegada de la modernidad, la importancia de nuevos medios de transporte, de los trenes, de la aviación, con efecto muy directo en cómo nos vestimos porque no se puede subir a un tranvía con un miriñaque enorme".

En este periodo "se empiezan a usar también abrigos de pieles y se ponen de moda el deporte y los baños de mar por lo que aparecen los bañadores que hacen que por primera vez se exhiba el cuerpo, hasta entonces muy limitado por cuesiones morales".

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La indumentaria tradicional también tiene su espacio con una rica colección de trajes regionales como el de Pozoantiguo (Zamora) o traje el Diablo de Artà (Mallorca).

Otra de las secciones monográficas pone el foco en la figura de Mariano Fortuny, creador del conocido traje Delphos. Entre las piezas contemporáneas expuestas destacan los vestidos de Cristóbal Balenciaga, que ejerció una enorme influencia en la moda española a la vez que cambiaba la moda internacional; la capa de la firma madrileña Oteyza, que muestra la pervivencia del arquetipo español de los siglos XVI y XVII; o el chándal de Jeremy Scott, que reinterpreta el traje de luces y refleja la influencia del majismo.

La exposición finaliza con piezas de diseñadores nacionales e internacionales tan notables como Yves Saint Laurent, Elio Berhanyer o Manuel Piña.

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MODA ESPAÑOLA

Si algo porne en valor la muesta, es la moda española y su "peso más que significativo en algunos momentos de la historia". En parte del siglo XVI y XVII era España "la que marcaba la moda a nivel internacional, como sucedió con los trajes de lechuguillas de los Austrias".

En los años 50 destaca también la aportación de modistos como Balenciaga, Pedro Rodríguez o Flora Villareal, en un momento "en el que la alta costura española tiene una gran aceptación internacional".

A partir de los años 80 y 90 aparecen nombres que brillan con luz propia como Ágatha Ruiz de la Prada o Manuel Piña y de manera más reciente, David Delfín, que precisamente pone la guinda a la exposición por ser "uno de los diseñadores contemporáneos que ha hecho una aportación más significativa y personal al devenir de la moda actual".

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Sin embargo y a pesar de los ricos fondos del museo, hay una pieza que falta y que Paula Ramírez nos ha confesado que les gustaría sumar; un traje a la española del siglo XVI o XVII de los Austrias con golillas. "Existen muy pocos en el mundo y sería una aportación muy importante". Así que aviso a navegantes; si alguien tiene alguno y quiere compartirlo, solo tiene que ponerse en contacto con el Museo del Traje y ayudar así a seguir tejiendo su historia.