El mensaje de esperanza de Olga: “Mi hija superó su cáncer. Hoy es una niña muy feliz”

Tras 18 meses de lucha, Ruth solo recuerda los buenos momentos del tratamiento

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Olga es la mamá de Ruth. Ya ha cumplido los ocho años. Con tan solo tres, le detectaron un cáncer: neuroblastoma agresivo. En un primer momento, tuvo que ser ingresada en Leganés, en el hospital 'Severo Ochoa', para posteriormente ser derivada al 'Doce de Octubre', en Madrid: “Aquello nos descolocó completamente, pero rápidamente tienes que confiar en los médicos y en tu hija. Saber que va a poder con ello. Yo la veía tan bien... cuando recibía la medicación había momentos en los que estaba muy mal, pero enseguida se le pasaba y quería jugar. En la planta de oncología infantil hay muchos niños y, aunque parezca mentira, predomina la alegría, porque quieren jugar todo el tiempo. No son conscientes de su situación”, asegura Olga con los sentimientos a flor de piel.

Los días previos a que los médicos confirmaran el diagnóstico de Ruth, Olga ya era consciente de que el asunto no olía bien: “Ya sabíamos por donde iba todo. Cuando nos trasladaron de un hospital a otro para realizarle las pruebas de médula, todo apuntaba a que era cáncer, pero no lo quieres creer hasta que no te lo dicen los médicos.”

Pese a que la leucemia representa el mayor porcentaje de los cánceres en edad infantil, existen otros tipos. Olga vivía una pesadilla de la que no sabía reaccionar: “Cometes errores como consultar en Internet, porque esa vía solo sirve para hundirte. Hay que preguntar a los médicos o a otras madres y padres que estén pasando por lo mismo. Ellos te acogen y te animan a seguir.”

Una vez se procesa y se asume el problema, toca pelear: “A por todas, por mi hija. Le teníamos que contar lo que le ocurría a través de los cuentos, para que entendiera los efectos que tendría el tratamiento para que no se asustara. Recuerdo que la primera vez que vomitó me decía, mamá si no he hecho nada. Yo le explicaba que la medicación le sentaba mal a su tripa, que se le caería el pelo... para que ella también lo asimilara.”

Ruth tuvo que pasar semanas y semanas ingresada en la fría habitación de un hospital. Pero aquello, lejos de dejarle una huella en sentido negativo, guarda muy buenos recuerdos gracias al calor que construyeron en torno a la planta. Incluso Olga confiesa que no todo fue negativo: “Cuando le pregunto de qué se acuerda, siempre hace referencia a las fiestas que montábamos gracias a los voluntarios. Los pequeños a esas edades tienen una capacidad de superación que te contagia y hace que le tengas que acompañar hasta donde haga falta.”

En cualquier caso, para la familia no fue fácil. Necesitaron ayuda de las asociaciones: “Es que aquello nos trastocó. El primer impulso es dejar el trabajo, pero no existen reducciones de jornada estipuladas por ley para cuidar a los hijos”, lamenta Olga.

El tratamiento se prolongó por un periodo de 18 meses. En la retina quedan buenos y malos momentos: “Lo que más me dolía era ver a mi hija tan fastidiada. Pero cuando de repente te soltaba una sonrisa y mostraba ganas de jugar, hacía que estuviera bien y recuperara las fuerzas.”

Sin duda, el peor recuerdo de Olga fue el día que tuvieron que bajar a la UCI a su hija de forma inesperada. Pero luego llegó la recompensa: el último día de ingreso: ”¡Lo hemos pasado!”, rememoraba la madre de Ruth. En el camino, un sinfín de buenos momentos: “La cantidad de fiestas que organizaban los voluntarios para entretener a los chicos. Un día me acuerdo que llegó 'Spiderman' y mi hija, que estaba pachucha en la cama del hospital, revivió al instante. Es maravilloso el trabajo que desarrollan estas asociaciones.”

Ruth es consciente que estuvo muy enferma, pero su madre reconoce que no vincula el hospital con el dolor: “Siempre recuerda lo bueno. No se si lo hace para abstraerse, pero el caso es que tiene la facilidad de borrar lo malo. Los niños solo se quedan con lo bueno. Es una mentalidad distinta a la de los adultos. De hecho, le encanta enseñar las cicatrices que tuvo a sus compañeros de clase.”

La plena recuperación de Ruth se está viviendo estos días, cuando los médicos procederán a retirarle el catéter interno: “Mi hija se lo está contando a todo el colegio. Está emocionada.” Olga nos confiesa que en todo este tiempo, ha aprendido mucho de Ruth: “Me ha enseñado sobre todo el afán de superación, que hay que minimizar los problemas. Hoy lleva una vida normal. Si no fueran por las cicatrices, pensaría que aquello fue un sueño.”

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