Tras ocho meses en Parapléjicos, el torero venezolano ya ve luz tras la cogida que sufrió en mayo de 2018
Con16 años dejó Venezuela para trasladarse a España y alcanzar su sueño: ser torero
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No fue hasta el pasado mes de marzo cuando Manolo Vanegas, de 25 años, abandonó el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde permaneció ingresado durante ocho meses, después de que en mayo de 2018 sufriera una grave lesión cervical durante un entrenamiento en la plaza de toros de Ledesma. El diestro, de origen venezolano, ha recuperado en este tiempo un 70% de la movilidad en sus extremidades tras la lesión que sufrió en las vértebras C3 y C4. Desde noviembre ya puede caminar solo.
El torero recibió hace unas semanas un cálido homenaje por parte de la afición de Vic-Fezensac, antes del inicio de la corrida celebrada en la localidad francesa. Vanegas tomó la alternativa en esta plaza el 5 de junio de 2017 de manos de Curro Díaz con Juan Bautista como testigo. Con 16 años dejó a su familia en Venezuela para trasladarse a España para alcanzar su sueño: ser torero: “A día de hoy estoy bien. Cada día voy mejorando, pero la recuperación está siendo lenta y dura. No me puedo quejar, porque me mantengo en pie, y eso ya es un gran logro.”
Pese a la mejoría, Vanegas aún no percibe la luz al final del túnel: “Es una lesión cervical pero también medular, que es lo que lo hace complicado. Las vértebras no las tengo, porque me colocaron una prótesis. De momento no hay una fecha de recuperación fija. Vamos por el buen camino.”
En cualquier caso, el diestro se muestra optimista, ya que hace un año el pronóstico era significativamente más grave: “Los médicos vaticinaban que iba a estar para siempre en una silla de ruedas. Al ser una tetraplejia y afectar a los miembros inferiores y brazos, todo apuntaba a que iba a ser una persona dependiente. La verdad es que no imaginábamos que en un año lográramos tanto.”
En el Hospital Nacional de Parapléjicos, las primeras semanas de Manolo Vanegas fueron muy duras. Los médicos le preparaban mentalmente para que asumiera cuanto antes que permanecería en silla de ruedas el resto de sus días: “En el hospital nos enseñan a convivir con la lesión. Entonces, en esas primeras semanas fue muy duro al no poder mover nada. Había que dar tiempo al tiempo y esperar la evolución.”
La vida de Vanegas había dado un giro de 180 grados. De cumplir su sueño a no poder mantenerse en pie. Fue duro. Incluso su entorno y su pareja le ocultaban los resultados médicos: “Los médicos nunca me comunicaron de forma directa que podía quedar en silla de ruedas para siempre. No ser consciente de lo que tenía fue importante, porque si lo hubiera sabido mi mente no hubiese luchado tanto como lo hice para curarme.”
Pese a la crueldad de su situación, el balance del diestro en el hospital toledano es muy positivo: “Es como una universidad de la vida. Aprendes cosas maravillosas. Es una convivencia muy humana, con gente de todas las clases sociales, pero en el que nadie vale más que nadie. Siempre lo recordaré. Del hospital me llevo dos o tres amigos de verdad. El resto de las personas son conocidas.”
La familia de Manolo se quedó en Venezuela. Su infancia fue dura, a miles de kilómetros de su país. Esta circunstancia ha hecho de nuestro protagonista un hombre con un espíritu de lucha envidiable. Incluso en sus peores momentos, Manolo optó por que sus padres permanecieran en el país sudamericano: “Ellos querían venir cuando sufrí la cogida, pero prefería que no lo hicieran. No quería que me vieran así, sino que la próxima vez que nos veamos yo esté como el día en el que me marché de Venezuela con 16 años, de pie. Ahora sí que podría darles un abrazo.”
Y aunque es pronto para hablar de eso, su reto es volver a los ruedos: “No es un sueño, es una meta. Para ello sigo trabajando. Quiero demostrarme a mí mismo que todo el esfuerzo tendrá su recompensa.”