Las desconcertantes preguntas del examen de oposición en Castilla-La Mancha que ha indignado a los aspirantes
A la salida de uno de los edificios habilitados para acoger la prueba, las caras de muchos de los opositores que finalizaban el examen eran de rabia
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
Imagina que estudias día y noche durante casi dos años para sacar adelante una oposición que podría ser tu pasaporte a un empleo estable para toda la vida. Una tarea nada sencilla que, además, en muchos casos se compagina con otro trabajo, y a lo que se suman las obligaciones "domésticas", en caso de que el/la aspirante a la plaza tenga a su cargo hijos o un familiar dependiente, por citar tan solo dos ejemplos. Es más que probable que sepas de lo que te estoy hablando.
Desde luego, es el caso de los 13.872 opositores que se han examinado este domingo para acceder a las 189 plazas de auxiliar administrativo de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Amplia competencia para tan pocas plazas, como por otro lado suele ocurrir en la mayoría de los procesos.
A la salida de uno de los edificios habilitados para acoger la prueba, las caras de muchos de los opositores que finalizaban el examen eran un poema. Una mezcla entre la indignación y la resignación, acompañado por un tono rojizo en los ojos de muchos de los aspirantes. Había quienes tan solo les salía una risa nerviosa. A esto es lo que se llama "reír por no llorar".
No es ningún secreto que la manera en la que los aspirantes llegan a la fecha de la cita es diversa. Los hay quienes van por probar suerte, otros estudiaron pero no lo suficiente, mientras que un número nada desdeñable aspiran a aprobar para pasar a la siguiente fase del examen (sine die) y alcanzar el premio de acceder a la bolsa de trabajo.
Pero independientemente de cuales fueran las circunstancias de cada uno y su versión sobre el grado de dificultad de la prueba, a todos les unían la indignación por las nueve preguntas de cultura general planteadas. Cuestiones que difícilmente podrían responder catedráticos reputados de Historia o Geografía.
Y no es un asunto baladí, ya que de las ochenta preguntas tipo test que integraban el examen, nueve correspondían a esta categoría (desde la 69 hasta las 77, tal y como se puede comprobar en los documentos). En ellas aparecían preguntas variopintas como qué municipio ciudadrealeño, de las cuatro opciones planteadas, es el que tiene menor número de habitantes (Argamasilla de Alba; Almodóvar del Campo; Bolaños de Calatrava o Villanueva de los Infantes), a qué provincia pertenece una determinada localidad o la distancia kilométrica entre dos municipios castellano-manchegos. entre otras cuestiones.
Es decir, casi dos años destinados a una empresa nada sencilla, la de conseguir plaza, para finalmente jugártela en cuestiones, cuanto menos, banales: “Me rindo, esto no sirve de nada”; “Solo quieren eliminar a gente” o “No valoran los conocimientos”, son solo algunas de las lamentaciones que se podían escuchar a la salida del examen.
Y es que si durante años la sombra de la duda sobre la limpieza del proceso opositor ha sido una constante, ahora el foco alumbra sobre la teoría de que los encargados de diseñar las pruebas tienen como objetivo eliminar al mayor número posible de candidatos formulando este tipo de preguntas no incluidas en el temario oficial. Porque tampoco se te ocurra contestar “a la quiniela”, ya que las respuestas fallidas restan puntos, al menos en esta convocatoria. Un asunto no menor, ya que entraña el riesgo de que el grado de cultura o de curiosidad personal que haya desarrollado durante su vida el aspirante tenga cada vez más peso en la prueba, infravalorando los conocimientos necesarios para acceder al puesto de trabajo ofertado. Una vara de medir que más allá del peligro, esconde grandes dosis de injusticia.
Ahora falta por conocer los resultados provisionales de la prueba, y luego comenzará el periodo de impugnaciones. Pero si quieren saber mi opinión (insignificante, por otro lado), yo lucharía por enmendar la totalidad del examen.