Joe Biden, ¿un católico en la Casa Blanca?

El periodista y sacerdote Josetxo Vera ahonda en 'Siempre aprendiendo' sobre las políticas del nuevo presidente de los Estados Unidos

Josetxo Vera

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Se ha suscitado una agria disputa en las redes sociales sobre las cualidades de católico que tiene Biden, el nuevo presidente de los Estados Unidos. En aquel país las condiciones religiosas de los candidatos mueven los votos y algunos planteamientos personales son muy decisivos: la postura sobre el aborto, la construcción del muro para impedir la inmigración ilegal desde México.

Biden se ha declarado él mismo católico. ¿Pero, es solamente la declaración de católico suficiente para que la persona lo sea realmente?

En Estados Unidos muchos están orgullosos de que su presidente sea, por fin, otra vez católico. Desde Kennedy no había habido presidente católico. También Nancy Pelosi, la líder demócrata del Congreso se dice católica y otros congresistas citan la Biblia como un argumento de autoridad y hacen un posicionamiento religioso de sus ideas. Son hijos de una revolución americana que quiso buscar tierra donde poder ser libre en pensamiento, discurso, ideas y en la religión. Así surgieron los Estados Unidos.

Biden ha afirmado que es católico, pero al mismo tiempo los obispos de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos han puesto sus reservas a su programa político que ha prometido nombrar jueces del Tribunal Supremo que protejan la sentencia Roe vs. Wade que legalizó el aborto en los años 70. Se ha comprometido también a extender la financiación pública del aborto, a garantizar a los estudiantes transexuales el acceso a las instalaciones según su género sentido. También se ha comprometido a acabar con las ayudas a instituciones de salud o a los seguros que, por motivos de conciencia no facilitan determinados servicios.

A partir de ahí mucha gente ha dudado de que se pudiera ser católico así. En el fondo la cuestión es, ¿alguien que favorece el matar puede ser católico?

En primer lugar, la pertenencia a la Iglesia comienza con el bautismo. Es el momento en el que recibimos el agua bautismal cuando pertenecemos al pueblo de Dios, hermanos en Cristo. Desde ese momento nosotros somos católicos. A partir de allí nuestra vida consiste en mantener ese nivel de catolicidad que conseguimos el día de nuestro bautizo. Nos acercamos al ideal de vida cristiana que recibimos en el bautizo o nos alejamos. Eso no quiere decir que dejamos de ser católico.

¿Cómo se deja de ser un católico? Se tiene que abandonar formalmente la Iglesia o se tiene que ser expulsado de ella por sostener las cosas que la Iglesia ha negado dentro de su fe. Nadie está en la Iglesia contra su voluntad. Es muy importante separar lo que es estar excomulgado y no poder recibir la comunión, no es lo mismo. Es importante saber que cometer pecados no te aparta de la Iglesia si no empieza a existir el riesgo que empezamos a dar carnets de católicos.

Otra cosa es ser buen católico. Es verdad que con el pecado nos alejamos de eso, pero de allí a establecer que estás fuera de la Iglesia, no es un paso que podamos dar. Es importante distinguir que una cosa es cometer pecado y otra que ese pecado te lleve a estar fuera de la Iglesia.

El objetivo de la Iglesia es que el pueblo de Dios sea cada vez más santo y menos pecadores. Ese esfuerzo es para toda la vida. La Iglesia lo que hace es prolongar en la Tierra el deseo de Dios de reunirse con el ser humano que se ha apartado de Dios con el pecado. La Iglesia está pensada por los pecadores y tiene la misión de ir a por las ovejas perdidas.

En función de esto, no se puede decir que un político que defiende políticas contrarias a la enseñanza de la Iglesia haya dejado de ser católico. Están posiblemente cometiendo un pecado apoyando leyes que son malas para la vida humana, pero eso no quiere decir que estén fuera de la Iglesia. El hecho de que no vivan conforme a los mandamientos no te expulsa de la Iglesia. Otra cosa es si una persona negara los mandamientos.

Para salir de la Iglesia uno tiene que atentar contra la fe de la Iglesia o que ella misma te expulse por lo que tú crees. También hay algunas acciones que inmediatamente la Iglesia te expulsa. Esto es muy excepcional, pero puede darse. Por ejemplo, una de ellas es el aborto. No es un asesinato, si no es matar a una persona en especial vulnerabilidad. Otro pecado es revelar el secreto de confesión, profanar la Eucaristía, absolver a un cómplice en un pecado contra el sexto mandamiento. Acciones que no niegan la fe, pero la violentan de tal modo que provoca la expulsión de la vida de la Iglesia.

Biden, que ha dicho que va a financiar y promover la expansión de las clínicas del aborto, políticas contrarias a la Iglesia. ¿Por esto, esta persona está fuera de la Iglesia? Ese es el punto filipino que hay en el caso de Biden. Hay una ley de la Iglesia que dice “quien procura el aborto, si este se produce, incurre en excomunión late sentencia y los cómplices son los que colaboran de manera que este no se hubiera producido sin su ayuda”. El médico, la enfermera, la persona que se somete voluntariamente al aborto etc…

Lo que Biden ha prometido es restablecer la financiación para clínicas que harán abortos fuera de Estados Unidos. ¿Esto es causa de excomunión? Desde luego es fácil establecer que allí se ha cometido un pecado. No es fácil concluir que ese aborto tuvo lugar gracias a esa financiación y de otro modo no se hubiera producido. Es difícil saber cada caso concreto.

Imaginemos que la llegada financiada de un centro de aborto a una ciudad multiplica el número de abortos. Se puede decir que esa financiación ha sido una cooperación necesaria para que un número de esos abortos tuvieron lugar. Para que esto sea así habrá que añadir que esto se ha hecho con perfecto conocimiento y libertad. Y esto es muy difícil de establecer en el corazón de una persona. Hay mucha gente capaz de juzgar las intenciones de Biden, pero no estoy seguro de que se pueda decir tan fácilmente que haya una plena conciencia y un perfecto conocimiento en las decisiones de una persona que realiza estas políticas.

Nosotros no tenemos que decidir quién está dentro o fuera de la Iglesia. A nosotros nos toca cuidar más de nuestros pecados, mejorar, cambiar de vida, rezar por los que no cumplen. No estamos preparados para juzgar la catolicidad de los demás. Si la Iglesia ve que hay dudas, ya lo hará.