¿Los Diez Mandamientos que nos impone Dios reduce nuestra libertad como humanos?
En el podcast 'Siempre aprendiendo' el periodista y sacerdote Josetxo Vera responde a esta pregunta trascendental
Publicado el - Actualizado
4 min lectura
Me ha llegado en Twitter una de esas preguntas que hacen pensar, a raíz del 'Siempre Aprendiendo' de la semana pasada sobre la libertad. Y la pregunta es: ¿Cómo es posible hablar de libertad si también hablamos de mandamientos? Esa libertad entonces parece no ser posible y es una pregunta muy común: ¿Cómo se conjugan los mandamientos con la obediencia a Dios?
Todos nosotros vivimos sometidos a normas en nuestro alrededor: de tráfico, de conducta, de urbanidad, legales y morales. En cada una de estas reglas se nos dice lo que tenemos que hacer, y también las consecuencias que tiene el no obedecerlas. Estas normas las vamos aprendiendo y las vamos incorporando a lo largo de nuestras vidas. Y llega un momento en las que empezamos a sospechar de cualquier norma y sobre todo de quien nos las ponen.
En realidad, esas normas nos facilitan vivir en un orden aceptable, nos ayudan a nuestra libertad. No estamos hablando todavía de los mandamientos de la Iglesia. Tenemos que volver al principio y preguntarnos qué es la libertad. La libertad, y lo hemos dicho ya muchas veces, es la capacidad de elegir el bien, mientras que la libertad queda recortada cuando elegimos el mal. Cuando elegimos el bien, al día siguiente tenemos que seguir eligiendo el bien, en cambio el mal nos va haciendo cada vez más esclavos.
Esa elección es muy importante sobre todo si nos damos cuenta de que estamos actuando libremente si elegimos el bien, y al mismo tiempo estamos protegiendo nuestra libertad. En cada elección nos jugamos mucho. Entonces, ¿qué son las normas? En general, todas las normas son una guía de lo que tenemos que hacer. Nos ayudan en nuestra decisión, no contradicen nuestra libertad, sino que la facilitan. En cualquier caso, la norma establecida me ayuda a tomar una decisión para que mi libertad esté protegida. Obviamente, hay veces que el incumplimiento de algunas normas es muy grave y otras no.
Son distintas también las normas que me ha puesto la autoridad legítima o las que me ponen mis padres o a lo mejor mi director espiritual y por eso me afectan de manera distinta. En función de quien las ponga siempre será necesario un discernimiento sobre el cumplimiento de las normas.
Y puede haber normas que me doy cuenta que son injustas y que no las tengo que cumplir. En general, las reglas se aceptan, pero necesitan un discernimiento que se va dando en la madurez de cada persona. Y si discernimos en un momento dado que esa norma es injusta, entonces lo obligatorio es no seguirla.
Empezábamos este 'Siempre Aprendiendo' hablando de libertad y mandamientos. La vida de la Iglesia está llena de mandamientos. En primer lugar, quien pone esas normas es el propio Dios, que es quien más me ama y el que más quiere mi propio bien y mi desarrollo personal. Por tanto, las leyes de Dios me marcan un camino seguro para mi libertad. Dios sabe cual es mi mejor camino para ser feliz, mi futuro, y por eso las normas que Él me pone son de obligado cumplimiento. Las normas que pone Dios y la Iglesia no son unos mandatos absurdos que no están relacionado con nuestras vidas, sino al contrario, están relacionados con nuestra libertad y nos ayudan a ser libres.
No es lo mismo la ley de Dios y la ley de la Iglesia, pero evidentemente están hechas por gente que nos quiere: Dios en absoluto y la Iglesia por la misión que le ha confiado Dios. De hecho, creer en Dios y cumplir sus mandamientos no anula nuestra libertad, sino que la ayuda y la potencia. El que cumple los mandamientos es más libre que quien las incumple. Algunas normas son comunes para todos como los Diez Mandamientos: cualquiera que crea en Dios las tiene que cumplir, y también los que no crean en Él las tienen que cumplir porque son para su propio bien. Pero también hay normas que son propias para mí, normas concretas para el desarrollo de mi vocación y mi felicidad. Siempre las normas de Dios son las mejores, porque no son fruto de un capricho o de una decisión personal. Los mandamientos ponen la base de la vocación del hombre, prohíbe lo que es contrario al amor de Dios.
Así es como tiene que ser la alianza entre la libertad y los mandamientos. En general nos ayudan a nuestro discernimiento, nos señalan un camino por parte de gente que nos quiere y, en el caso de Dios, por parte del que más nos quiere, del que nos ha amado desde el principio. Cumplir los mandamientos nos ayuda en nuestra libertad.