Decimocuarta Estación. Jesús es sepultado

Jesús en el sepulcro es esperanza de Resurrección. Las confesiones más antiguas de la Resurrección tienen por autor al Padre: Dios le resucitó.... El Padre le constituyó en Señor y Cristo... El que yacía entre los muertos, reina vivo... Dios rehabilitó al ajusticiado... El amor es más fuerte que la muerte. Su resurrección garantiza la victoria del bien y del amor sobre el mal y el pecado. Esa ha sido la respuesta de Dios en su Hijo Jesús. Y esa respuesta suya pide una respuesta nuestra en nuestra vida. Un Dios que trabaja hasta la extenuación busca colaboradores que le ayuden en su lucha contra el mal. Dios quiere luchar contra el mal a través de nosotros. Dios hace todo lo que puede hacer sin suprimir nuestra dignidad, sin anular al hombre, porque se toma en serio nuestra libertad. Desde la luz de la Resurrección se escribe e ilumina el misterio de la vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. En esta última estación “¡anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús!

Madrid -

Más de Vía Crucis. Meditaciones en las estaciones de la Cruz

Decimocuarta Estación: Jesús es sepultado

<p>En el oscuro silencio del sepulcro, entre s&aacute;banas limpias y mortajas, el tiempo se detiene. Todo lo que alguna vez ha existido, todo lo que existir&aacute;, est&aacute; en ese espacio vac&iacute;o a oscuras que acoge el cuerpo muerto del Se&ntilde;or. La pasi&oacute;n, la cruz, la muerte, la entrega por amor, all&oacute; condensada donde el tiempo se hace espacio y el espacio se vac&iacute;a, cruza toda la realidad como ondas que se expanden a trav&eacute;s de todo lo que pueda llegar a existir, inform&aacute;ndolo y conform&aacute;ndolo. En ese oscuro sepulcro est&aacute; el misterio absoluto de Dios. No nos queda sino contemplar. Esperar. Recordar. </p><p><br></p>

Decimotercera Estación: Jesús es bajado de la Cruz y puesto en brazos de su Madre

<p>El cuerpo de Cristo, abrazo por su madre, descendido por sus amigos, viene a nuestro encuentro en cada Eucarist&iacute;a. Se nos hace f&iacute;sico y real a trav&eacute;s de la Iglesia en el pan y el vino, en su cuerpo y su sangre a los ojos de la fe. Viene a hacerse nuestro cuerpo con el suyo, a alimentarnos, a conformarnos por dentro, pero tambi&eacute;n f&iacute;sicamente. Como Iglesia. La Virgen Mar&iacute;a, abrazando el cuerpo de Jes&uacute;s, nos recuerda que tambi&eacute;n nosotros podemos acoger el cuerpo del Se&ntilde;or Jes&uacute;s en su Sacramento. Puedes abrazarlo si miramos con los ojos de la fe.<strong> </strong> </p><p><br></p>

Duodécima Estación: Jesús muere en la Cruz

<p>a condici&oacute;n creyente, y as&iacute; nos lo ense&ntilde;a la misma muerte de Cristo, es la de abrazarse conscientemente a la muerte en una opci&oacute;n de confianza ante Dios. El grito de Jes&uacute;s en la muerte es el grito del salmista que se entrega a la voluntad de Dios en un ejercicio de absoluta confianza. La muerte del Se&ntilde;or Jes&uacute;s, con ese desgarrador grito, es al fin dejar a Dios que act&uacute;e. Saber que uno ya nada puede m&aacute;s que confiar. Que uno ha entregado absolutamente todo lo que era, hasta la propia vida, por amor a Dios. La muerte en cruz del Se&ntilde;or nos deja ante el silencio inmenso del que solo puede confiar en Dios. Cada muerte de nuestra vida, y morir duele, nos deja ante la situaci&oacute;n sin aliento de no poder hacer otra cosa m&aacute;s que esperar en Dios. Y confiar en que jam&aacute;s te abandona. </p><p><br></p>

Undécima Estación: Jesús es clavado en la Cruz

<p>Que el Se&ntilde;or Jes&uacute;s pasase por criminal, que un aparente fracaso coronase sus a&ntilde;os entregados a Dios y a los hombres, sigue siendo escandaloso. Que el &uacute;nico justo fuese ajusticiado explica el abandono por miedo de los suyos. Clavado entre salteadores y ladrones. Como un ladr&oacute;n m&aacute;s. El mismo Dios haci&eacute;ndose uno con todos los ajusticiados del tiempo. Es incomprensible y escandaloso. No es posible que nada pueda salvarse as&iacute;. Hoy seguimos huyendo del esc&aacute;ndalo que significa. Caemos en la tentaci&oacute;n de dulcificar demasiado la cruz. La intentamos domesticar. La rebajamos, tantas y tantas veces, con nuestro exceso de emotivismo. Con nuestras palabras y nuestros gestos de creyentes. Estamos llamados a la felicidad y la alegr&iacute;a en el Se&ntilde;or, claro est&aacute;, es lo que Dios desea para sus hijos, pero no nos atrevemos a acoger el misterio de la l&oacute;gica de la cruz: solo desde el fracaso, solo desde la agon&iacute;a, desde el esc&aacute;dalo, desde la incomprensi&oacute;n, podemos dejar a Dios que act&uacute;e seg&uacute;n su misterio y su propia raz&oacute;n. Solo as&iacute; no domesticaremos a Dios.</p>

Décima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

<p>Jes&uacute;s, el Se&ntilde;or, nos muestra, te muestra que no es jam&aacute;s una vuelta atr&aacute;s la desnudez de la verdad. &Eacute;l, que nunca nada ocult&oacute;, que siempre fue luz limpia de palabra y de signos para los dem&aacute;s, es desnudado como intento de humillarle, como consecuencia del ego&iacute;smo. Y sin embargo, en su desnudez, se muestra su plena luz de salvaci&oacute;n. La cruz te trae la salvaci&oacute;n. Ah&iacute; te vuelve a decir que s&oacute;lo abrazando la verdad, solo acogiendo todo lo que eres, tan solo acogi&eacute;ndole a &Eacute;l, puedes alcanzar su luz y su salvaci&oacute;n.</p>

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