La familia gana terreno en las misiones

Practicamente uno de cada diez misioneros españoles son laicos. Según las Obras Misionales Pontificias, de los 12.000 misioneros españoles, 815 son laicosj

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En los últimos años ha crecido el número de misioneros laicos españoles en casi un tres por ciento. Uno de cada diez misioneros son laicos pertenecientes a familias, matrimonios y jóvenes que colaboran en las misiones.

Prácticamente uno de cada diez misioneros españoles ya son laicos. La proporción de jóvenes, familias y matrimonios que han optado por salir de nuestras fronteras para evangelizar ha aumentado un 3,3 por ciento en los últimos cinco años. Según los datos facilitados por las Obras Misionales Pontificias (OMP) de España, de los 12.000 misioneros que tiene nuestro país distribuidos por los puntos más recónditos del planeta, 815 son laicos. De ellos, 184 son matrimonios.

El número de laicos y familias puede ser significativamente mayor si se tiene en cuenta que muchos de ellos no comunican sus datos a las Obras Misionales Pontificias cuando salen al extranjero. Un gran porcentaje pertenece al Camino Neocatecumenal, una realidad eclesial de gran vitalidad surgida en España en la década de los 60 de la mano de Kiko Argüello. Este movimiento es el que más familias aporta actualmente a la misión. A día de hoy se estima que unos 502 matrimonios se encuentran junto a sus hijos fuera de España.

Pero no es la única. Más de 30 asociaciones y otros tantos movimientos cuentan con misioneros laicos y buen número de familias que pasan largas temporadas de su vida (más de un año) en territorios descristianizados de Europa, Asia o América. Entre ellos, se encuentran los Combonianos, los Seglares Vicencianos, los Focolares, la Obra de Cooperación Apostólica Seglar Hispanoamericana ( OCSHA) y otras tantas.

«No son el banquillo de reserva»

«Estamos viviendo una novedad porque hasta hace unos años no se veía a los seglares como una posibilidad en las misiones», comenta el director de las Obras Misionales Pontificias, José María Calderón. Para este sacerdote, delegado espiscopal de misiones en la archidiócesis de Madrid, los laicos «no son el banquillo de reserva de la Iglesia sino que van a la misión porque han recibido una vocación. No suplantan a los sacerdotes», afirma.

Algunas instituciones eclesiales han tomado la iniciativa para adaptar sus cursos de formación a esta nueva realidad que está surgiendo en los territorios de misión. La Escuela de Formación Misionera La Salle ha adaptado su programa de tres meses de duración a módulos que se pueden cursar en una, dos o tres semanas. El próximo paso será ofrecerlo on-line. «Este centro fue pensado para religiosos pero ahora no hay. Los laicos es uno de los campos que ofrece más posiblidades de cara al futuro», explica su coordinador Felipe García. De hecho, los seglares ya representan el 20 por ciento de su alumnado.

Para Lola Golmayo, presidenta de la Coordinadora de Asociaciones de Laicos Misioneros (CALM), la razón de este florecimiento no está en la escasez de vocaciones religiosas o sacerdotales. «Eso pasa aquí en Europa pero en otras partes del mundo hay muchas vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa –señala esta doctora en Ciencias Físicas–. El laico, por su bautismo, está llamado a implicarse en la Iglesia. La misión es un derecho del laico y creo que con el tiempo se va descubriendo la belleza de compartir la fe con otras culturas».

Más dificultades

Las famillias y los laicos en general tienen más dificultades que los religiosos para seguir su vocación misionera. «Aunque se intenta que todos cuenten con aportaciones a la Seguridad Social mientras están fuera, es cierto que los matrimonios dejan una serie de seguridades, como su trabajo», comenta Golmayo.

En el caso de las familias, la vocación misionera no está exenta de interrogantes, ya que puede darse el caso de que la vocación de los padres no sea compartida por los hijos. Las familias misioneras consultadas reconocen que su opción de vida «puede tildarse como de una locura» pero todas han llegado a la misión «con buenas dosis de sentido común» y han conseguido conjugar bien los intereses de todos los miembros de la familia y no solo los del matrimonio.

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