Estos son los mártires víctimas del comunismo que recordará Francisco en los Países Bálticos
Rezando en las celdas de la que fue la sede de la KGB en Vilna, el Papa rendirá homenaje a todos los mártires víctimas del comunismo en los Países Bálticos
Roma - Publicado el - Actualizado
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Durante la represión soviética sufrieron persecución, tortura y cárcel, tanto católicos como protestantes y algunos ortodoxos.
En este viaje Francisco se va a encontrar con una mayoría de población católica en Lituania (80%), en Letonia hay un 35 % de luteranos, un 25% de católicos y los ortodoxos rozan el 20%. Estonia es el país más descristianizado. Apenas hay un 10% de luteranos y 15% de ortodoxos. Los católicos apenas llegan a los 6.000.
La Iglesia Católica, con cientos de religiosos detenidos y deportados al Gulag, jugó un papel importante en la resistencia pacífica al régimen de Stalin y se convirtió en una fortaleza y ejemplo de lucha por la libertad para todos los disidentes, no solo católicos.
El Beato Teofilius Matulionis
El Beato Teofilius Matulionis pasó 16 años en prisión y siempre perdonó a sus opresores. Se dedicó a defender los derechos de los creyentes ante las autoridades soviéticas y nazis escribiendo cartas de protesta y exhortando a los sacerdotes a que no dejaran de enseñar el catecismo a los niños y a que no se escondieran.
En el año 1946 fue encarcelado por segunda vez y permaneció 10 años en la cárcel. El beato, a pesar de las privaciones y torturas que recibía en la prisión, llegó a escribir que era bueno que Dios permitiera que los obispos y sacerdotes fuesen enviados a prisión y a trabajos forzados, porque así, “donde están las ovejas, están también los pastores’”. Tras su liberación le ofrecieron la oportunidad de exiliarse a América para vivir una vida sin complicaciones, pero nunca se planteó abandonar Lituania.
En 1962, Juan XXIII lo invitó a participar en el Concilio Vaticano II. Pero ese año una agente de la KGB se hizo pasar por enfermera y le suministró una inyección letal por la que murió a los pocos días.
El obispo lituano Vincentas Borisevicius
Vincentas Borisevicius murió fusilado por los soviéticos.
Ya desde la ocupación nazi de Lituania se negó a colaborar y protegió a innumerables judíos. Por este motivo fue arrestado por la Gestapo y encarcelado en la prisión central de Vilna que visitará el Papa Francisco. Tras un tiempo en prisión, los alemanes decidieron dejarlo en libertad por temor a las protestas de los católicos.
Cuando los soviéticos ocuparon el país volvieron a arrestarlo, “invitándolo” a que colaborara. Ante su negativa volvió a ser encerrado en la misma prisión de Vilna, donde sufrió tortura.
Al tercer intento por parte de las autoridades de la KGB a que colaborara con ellos, y “confesara” falsas conspiraciones católicas, fue fusilado. En estos momentos está abierto su proceso.
El jesuita Eduard Profittlich podría ser el primer santo de Estonia
Los apenas 6.000 católicos de Estonia esperan que la visita del Papa contribuya a que su país pueda contar con su primer santo, el jesuita alemán Eduard Profittlich, un obispo arrestado por los soviéticos y condenado a muerte por espionaje con el Vaticano. Falleció en 1942 en el campo de concentración soviético de Kirov. La condena no llegó a ejecutarse porque murió antes de agotamiento, hambre y enfermedad.
Si finalmente su proceso le lleva a los altares, la comunidad católica de Estonia se convertiría en la más pequeña del mundo en tener su propio santo.
Resulta muy significativo que Edward Profittlich se convirtió en el primer obispo de Estonia después de la Reforma protestante de 1517. Su nombramiento se produjo en 1936. Pasaron muchos años hasta que en 2015 Estonia volvió a contar con un obispo. Se trataba de Philippe Jourdan, que fue nombrado obispo tras la segunda guerra mundial, el segundo obispo estonio en cinco siglos. Tras la Reforma, el luteranismo se convirtió en la religión oficial y el culto católico fue suprimido de raíz. Después, la dominación soviética convirtió este país en uno de los más ateos del mundo. El 80 por ciento de los estonios no se considera creyente.
La represión religiosa durante el régimen soviético
Cuando empezó la invasión alemana de la URSS, en junio de 1941, los soviéticos ajusticiaron sumariamente a casi todos los prisioneros políticos. En la mayor parte de los casos se trataba de jóvenes miembros de asociaciones católicas.
Hay que tener en cuenta que católicos y luteranos eran discriminados. Difícilmente podían hacer carrera. Ocupaban los puestos de trabajo menos deseados y en su mayoría contaban con escasos recursos. Las publicaciones católicas estaban prohibidas, pero seguían circulando clandestinamente.
Un ejemplo concreto de su resistencia espiritual fue la conocida como Colina de las Cruces, visitada por el Papa Juan Pablo II hace 25 años. Es una columna totalmente cubierta de crucifijos de todas las dimensiones, llevados por peregrinos y visitantes de cada rincón del planeta, que fue arrasada por los soviéticos en tres ocasiones. Cada vez que los bulldozers destruían las cruces, éstas volvían a aparecer.
La KGB llegó a apostar observadores fijos para que tomaran nota de todo aquel que se aventurara en esos parajes. Se fichaba a cada persona que colocaba una cruz, y si se trataba de un profesor o un periodista, lo normal es que fuera arrestado. Pero a pesar de las dificultades, las cruces permanecieron y su número creció, hasta que llegó el momento de la liberación.
¿Cómo intentó la represión soviética acabar con la práctica religiosa?
Comenzaron confiscando las propiedades de la iglesia. En la prensa se hacía burla pública de la religión, se hostigaba a los creyentes y se difundía el ateísmo en las escuelas. Eso sí, oficialmente la práctica de la religión nunca fue prohibida en los Países Bálticos.
Creyentes y religiosos fueron deportación a campos de trabajo o de concentración y muchos recluidos en hospitales mentales con el fin de obligarlos a renunciar a sus convicciones religiosas.
En la Unión Soviética, además del cierre y la destrucción metódica de las iglesias, el Estado asumió las “obras de caridad” a las que habitualmente se dedicaba la iglesia. Por eso se confiscaron sus bienes para uso público. Los pocos lugares de culto que se conservaron se consideraban legalmente propiedad del estado, y se permitía su utilización a la iglesia.
Una vez recuperada su independencia en 1990, los Países Bálticos iniciaban así su segundo periodo de libertad en la historia, tras las ocupaciones nazi y soviética.