ÁNGELUS DEL DOMINGO, 23 DE JULIO DE 2017

El Papa Francisco invita a vivir la paciecia y vuelve la mirada a Tierra Santa

Miles de peregrinos han asisitido esta mediodía la rezo del Ángelus del papa Francisco en la Plaza de San Pedro, dentro del domingo 23 de julio y XVI del Tiempo Ordinario, en el que se conmemora a Santa Brígida de Suecia, Co-Patrona de Europa. Durante su alocuín el Pontífice aludió a las tres parábolas que se leen en el Evangelio del día y en las que se equipara el Reino de Dios a la levadura que fermenta la masa, al granito de mostaza o la lucha entre la semilla y la cizaña:

Papa Francisco

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La hodierna página evangélica propone tres parábolas con las cuales Jesús habla a la multitud del Reino de Dios. Me detengo en la primera: aquella de la buena semilla y de la cizaña, que ilustra el problema del mal en el mundo y pone en evidencia la paciencia de Dios (Cfr. Mt 13,24-30.36-43). ¡Cuánta paciencia tiene Dios! También cada uno de nosotros puede decir esto: “¡Cuanta paciencia tiene Dios conmigo!”. La narración se desarrolla en un campo con dos protagonistas opuestos. De una parte el dueño del campo que representa a Dios y siembra la buena semilla; de otra parte el enemigo que representa a Satanás y siembra la mala hierba.

Con el pasar del tiempo, en medio del trigo crece también la cizaña, y ante este hecho el dueño y sus siervos tienen actitudes diversas. Los siervos quisieran intervenir arrancando la cizaña; pero el dueño, que está preocupado sobre todo por la salvación del trigo, se opone diciendo: «No, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo» (v. 29). Con esta imagen, Jesús nos dice que en este mundo el bien y el mal están tan entrelazados, que es imposible separarlos y extirpar del todo el mal. Sólo Dios puede hacer esto, y lo hará en el juicio final. Con sus ambigüedades y su carácter complejo, la situación presente es el campo de la libertad, el campo de la libertad de los cristianos, en el cual se realiza el difícil ejercicio del discernimiento entre el bien y el mal.

En este campo, se trata pues de unir, con gran confianza en Dios en su providencia, dos actitudes aparentemente contradictorias: la decisión y la paciencia. La decisión es aquella de querer ser la semilla buena, todos lo queremos, con todas sus fuerzas, y entonces tomar distancia del maligno y de sus seducciones. La paciencia significa preferir una Iglesia que es levadura en la masa, que no teme ensuciarse las manos lavando la ropa de sus hijos, más bien que una Iglesia de “puros”, que pretende juzgar antes del tiempo quién está en el Reino de Dios y quién no.

El Señor, que es la Sabiduría encarnada, hoy nos ayuda a comprender que el bien y el mal no se pueden identificar con territorios definidos o determinados grupos humanos: “Estos son buenos, estos son malos”. Él nos dice que la línea de confín entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada persona, pasa por el corazón de cada uno de nosotros, es decir, somos todos pecadores. Me dan ganas de preguntarles: “Quién no es pecador levante la mano”. ¡Ninguno! Porque todos los somos, somos todos pecadores. Jesucristo, con su muerte en la cruz y su resurrección, nos ha liberado de la esclavitud del pecado y nos da la gracia de caminar en una vida nueva; pero con el Bautismo nos ha dado también la Confesión, porque tenemos siempre la necesidad de ser perdonados de nuestros pecados. Mirar siempre y solamente el mal que esta fuera de nosotros, significa no querer reconocer el pecado que también está en nosotros.

Y entonces Jesús nos enseña un modo diverso de mirar el campo del mundo, de observar la realidad. Estamos llamados a aprender los tiempos de Dios – que no son nuestros tiempos – y también la “mirada” de Dios: gracias al influjo benéfico de una impaciente espera, lo que era cizaña o parecía cizaña, puede convertirse en un producto bueno. Es la realidad de la conversión. ¡Es la perspectiva de la esperanza!

Nos ayude la Virgen María a tomar de la realidad que nos circunda no solamente la suciedad y el mal, sino también el bien y lo bello; a desenmascarar las obras de Satanás, pero sobre todo a confiar en la acción de Dios que fecunda la historia.

Tras rezar la Oración mariana El Santo Padre ha querido volver la mirada hacia Tierra Santa. Por esta razón hizo un apremiante llamamiento a la moderación y al diálogo, a la vez que invitó a unirse a su oración, a fin de que el Señor inspire en todos propósitos de reconciliación y de paz.

“Queridos hermanos y hermanas: Sigo con preocupación las graves tensiones y la violencia de estos días en Jerusalén. Siento la necesidad de expresar un apremiante llamamiento a la moderación y al diálogo. Los invito a unirse a mí en la oración, a fin de que el Señor inspire en todos propósitos de reconciliación y de paz”. 

Por último, al saludar a los fieles y peregrinos procedentes de diversos países – familias, grupos parroquiales y asociaciones – el Santo Padre también dirigió su pensamiento y aliciente a los jóvenes participantes en la Obra “Hombre Mundo”, comprometidos en testimoniar la alegría del Evangelio en las periferias más necesitadas de los cinco continentes.

Y, como es costumbre, el Papa Francisco deseó a todos un feliz domingo, pidiendo, como suele hacer, que por favor no se olviden de rezar por él.

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