San Pedro Fabro: el primer discípulo de San Ignacio de Loyola y teólogo ardiente de amor por Cristo

De origen francés, Fabro conoció a San Ignacio en la universidad de París. Tras la realización de los Ejercicios Espirituales, decidió seguir a Cristo como sacerdote jesuita

San Pedro Fabro: el primer discípulo de San Ignacio de Loyola y teólogo ardiente de amor por Cristo

Redacción Religión

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Cada 2 de agosto, la Iglesia celebra la festividad de San Pedro Fabro, primer discípulo de San Ignacio de Loyola y un profundo teólogo del que se rescatan varias y diversas virtudes.

Pedro nació como el primogénito de una familia devota y ligeramente acomodada en el aspecto económico, viviendo del campo y el pastoreo. A los 16 años, durante sus estudios en La Roche, fue educado por el sacerdote Pierre Veillard, quien supuso una luz en su camino espiritual.

Posteriormente, Fabro se trasladó al Colegio de Santa Bárbara para estudiar en la universidad de París. Allí compartió alojamiento con San Francisco Javier y conoció a San Ignacio de Loyola.

Debido a las dudas que le invadían acerca de su futuro, San Ignacio le aconsejó realizar la primera semana de los Ejercicios Espirituales. Gracias a esto, Pedro logró despejar todas sus inquietudes y se conviertió en el primer discípulo del santo vasco, siguiendo sus pasos en el camino hacia Cristo.

Una vida transformada para la mayor gloria de Dios

Tras su graduación en Artes, en 1530, Fabro comenzó a estudiar Teología, lo los cual abarcó los siguientes seis años de su vida. En 1534 realizó los Ejercicios Espirituales completos, de un mes de duración. La profundidad que alcanzó con la realización de esta práctica le llevó a impartir, en años posteriores, los Ejercicios a sus compañeros jesuitas. De hecho, fue reconocido por el propio San Ignacio como el mejor director de Ejercicios de entre todos los miembros de la orden.

Tras la realización de los Ejercicios, Pedro Fabro fue ordenado sacerdote. No obstante, tuvo que esperar hasta el 15 de agosto de ese mismo año para celebrar su primera Misa en Montmartre (París). Allí, San Ignacio y sus compañeros proclamaron sus votos sacerdotales.

El santo francés adoptó un papel fundamental en el proceso de aprobación de la Compañía de Jesús por parte del Papa Paulo III. Entre sus virtudes destacaron especialmente su don de gentes y una gran profundidad teológica. De hecho, San Pedro Canisio -primer jesuita alemán- decía de él que "nunca había encontrado un teólogo más profundo o un hombre de tan impresionante santidad".

Finalmente, Pedro Fabro falleció el 1 de agosto de 1546 en Roma, donde ejercía como teólogo pontificio. Fue beatificado por Pío IX en 1872. Sin embargo, su canonización tuvo que esperar hasta el reciente año 2013, cuando fue proclamado santo por el Papa Francisco.

Tras su canonización, el Superior General de la Compañía de Jesús, el P. Adolfo Nicolás, envió un mensaje a toda la Orden en agradecimiento por la vida del santo y por su ascenso al grado máximo de reconocimiento en los altares. En su mensaje, destacaba varias virtudes de Fabro, entre ellas su habilidad de reconciliación. También hizo referencia al lema de San Pedro Fabro y primer verso del salmo 102, con el que comienza su Memorial: "Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides Sus beneficios".