La silla de ruedas que llevó a Mozambique el Papa Francisco

La metáfora de una silla de ruedas en el equipaje de un Papa, como ejemplo del cariño lleno de detalles, pero que ha cambiado la vida de una niña de Mozambique

Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Laura es una niña de 7 años que vive en una miserable choza en Mangundze, una pequeña aldea de Mozambique, en la que no hay ni luz ni agua corriente y por lo tanto lavarse las manos es un lujo. Nació con una malformación en sus piernas que le impedirá andar de por vida. Se ha pasado los primeros 7 años arrastrándose por el suelo de tierra, apoyada en sus manos y rodillas, que ahora son puro callo. Cada día, su madre la cargaba en brazos para llevarla al colegio. Cuatro largos kilómetros descalza y por caminos sin asfaltar para poder ofrecer a su hija una mínima formación.

Mangundze se encuentra a 240 kilómetros de Maputo, la capital del país. Allí llegó en el año 2000 el misionero argentino Juan Gabriel Arias y decidió quedarse: “Encontré mi lugar en el mundo”. En su aldea el principal problema es la desnutrición, un mal común en un país donde sus 27 millones de habitantes son muy pobres y sufre altos índices de sida, malaria y tuberculosis con 0,075 médicos por cada 1.000 habitantes.

Juan Arias trabaja en la misión San Benedicto, que ahora vive en máxima alerta por la pandemia de coronavirus. El hospital más cercano a su comunidad se encuentra a unos 40 kilómetros y cuenta con 12 camas de terapia intensiva para dos millones de personas.

Fue el quien nos permitió conocer a Laura y la historia de su silla a través de un vídeo que difundió en sus redes sociales: “Hoy le cambiamos la vida a Laura. Ella y su mamá están felices”.

En el vídeo se ve cómo Laura aprende a rodar su silla de ruedas sobre el suelo de tierra de su poblado.

Tras las imágenes del vídeo hay unos protagonistas que no se ven, y que probablemente nunca hubieran querido salir en la foto.

A muchos kilómetros de distancia y fuera de todos los focos se encontraba Roberta, la madre de Silvina, una periodista argentina, que trabaja al frente de la edición española del L'Osservatore Romano, el periódico oficial del vaticano. Roberta tuvo que utilizar silla de ruedas en la última parte de su vida. Apenas unos días después de su marcha al cielo, el Papa Francisco ponía rumbo a Mozambique. Silvina mantenía contacto habitual con Juan Gabriel y sabía que las dos sillas de ruedas de su madre eran especialmente necesarias en Mangundze.

Por su trabajo suele acompañar al Papa en sus viajes internacionales. Y pensó que el ya inminente viaje del Papa a Mozambique sería una ocasión magnífica para llevar las dos sillas de ruedas plegadas en el avión papal. Juntas apenas ocupaban 30 centímetros, pero tras muchas gestiones, este equipaje extra se convirtió en una empresa imposible. La logística y la seguridad en los viajes papales es exhaustiva y parecía que nadie entendía la urgencia de esta silla. Aprovechando una conversación con el Papa, Silvina le contó lo que ocurría. Al poco recibió una llamada de Francisco: “No te preocupes. Me encargo yo de las sillas. Me las llevo como equipaje personal”.

Así, de esta forma tan sencilla llegó la silla de Laura a Mozambique. Facturada en bodega a nombre de Francisco.

El P. Arias asegura que muchas veces se puede cambiar la vida de una persona sin dinero: Solo ocupándose, haciéndose cargo. Hay muchas Lauras que necesitan ayuda”.

Este detalle en la forma de actuar del papa Francisco es una forma de querer que define su pontificado y que distingue a quienes optan por vivir el Evangelio de forma radical: amar pensando en las personas sin buscar agradecimientos.

Esta es una de las muchas historias que nunca se hubiera llegado a saber, y en la que todos acaban sonriendo. Roberta Martha Esturo, la madre de Sivina, era médico pediatra. Sobra imaginar su alegría al comprobar que su silla está siendo utilizada por una niña de 7 años, como tantas a las que dedicó 42 años de su vida. Satisfacción también para su hija, con el dolor aún tibio por la pérdida, pero ahora diluido en la felicidad de Laura. Y un misionero agradecido y generoso, Juan Arias, inmortalizando en vídeo este final lleno de luz.

La metáfora de una silla de ruedas en el equipaje de un Papa, como ejemplo del cariño lleno de detalles, que apenas ocupa titulares, pero que ha cambiado la vida de una niña de Mozambique.

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