Carta del arzobispo de Barcelona: «Santa María, madre de la esperanza»

En este 4º domingo de Adviento, Juan José Omella invita a los fieles a, con la ayuda del Espíritu Santo, hacer de la Iglesia un hogar de esperanza y paz para el mundo

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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En el camino del Adviento, el cuarto domingo está especialmente dedicado a la Virgen y a su esposo, san José. En la primera lectura de esta celebración eucarística escuchamos la profecía de Isaías: «la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel» (Is 7,14). Esta profecía se ha cumplido.

Los cristianos estamos llamados a vivir y a transmitir a nuestros hermanos que Dios, creador del universo, se ha hecho hombre en el seno virginal de santa María para nuestra salvación. En la lectura del Evangelio de hoy leemos que Jesús nacerá de María, esposa de José, hijo de David. María, la Madre del Hijo de Dios y nuestra madre, siempre nos da esperanza, es la figura de la Iglesia-madre. Max Thurian, el teólogo y cofundador de la comunidad ecuménica de Taizé, se refiere a esta figura en uno de sus libros titulado María, Madre del Señor, figura de la Iglesia (Edicions 62). La Iglesia se refleja en esta figura. Quiere ser madre y dar esperanza.

La Virgen María, aquejada por los dolores del parto, se llenó de alegría al oír y ver que Jesús había nacido. Dio a luz al Hijo de Dios, al Mesías tan esperado, y con Él, con su mirada y su presencia, el mundo se llenó de su luz y esperanza. Dios Padre nos ha ofrecido a su Hijo eterno como salvador y redentor del mundo, y ha querido que sigamos su obra con la guía del Espíritu Santo. El Padre quiere que todos vivamos la alegría del Evangelio. La alegría cristiana es especialmente necesaria en estas vísperas de Navidad. Esta alegría no es un sentimiento, sino que es fruto de saber con certeza que, a pesar de todo, Dios no nos abandona y quiere entrar en nuestra vida.

En la vida de María encontramos episodios en los que ella da esperanza a quienes la rodean. Así, por ejemplo, en la boda de Caná, María siempre está atenta y pendiente de los demás. Durante el banquete percibe un problema, no hay vino. Entonces, de forma natural, trata de encontrar la manera de aliviar la inquietud de los allí presentes. Y encuentra la solución recurriendo a Jesús. Él siempre es la fuente de nuestra esperanza. Otro ejemplo impresionante que nos conmueve es cuando María, al pie de la Cruz, en la pasión de su hijo, le conforta amorosamente con la confianza puesta en Dios. Jesús en ese momento se dirige a ella y al discípulo amado, y les propone que sean una nueva familia, una familia que se convierta en semilla de esperanza en el mundo.

Queridos hermanos y hermanas, hoy los fieles cristianos recordamos el título mariano tan confortador de Virgen de la Esperanza. Que estos días previos a la Navidad, aunque sea en medio de adversidades y crisis de todo tipo, no nos falte la fe, la esperanza y la caridad. Trabajemos para hacer de la Iglesia, con la ayuda del Espíritu Santo, un hogar de esperanza y paz para el mundo.

† Juan José Omella Omella

Cardenal Arzobispo de Barcelona