Carta del arzobispo de Burgos: «Cuidar en la fragilidad»
Mario Iceta reflexiona en su carta de esta semana sobre la Jornada Mundial del Enfermo, que la Iglesia celebra el próximo 11 de febrero
Madrid - Publicado el - Actualizado
4 min lectura
«La enfermedad forma parte de nuestra experiencia humana», pero «si se vive en el aislamiento y en el abandono, si no va acompañada del cuidado y de la compasión, puede llegar a ser inhumana». Con estas palabras, el Papa Francisco comienza su mensaje para la XXXI Jornada Mundial del Enfermo que, como cada año, celebramos el próximo 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes.
Ciertamente, el camino de la enfermedad, en todos sus sentidos, limitaciones y circunstancias es común a todos los seres humanos. Y solo puede vivirse en paz mediante la delicadeza en el cuidado y la compasión de quien acompaña, siendo presencia esperanzada, todo el tiempo que haga falta.
La Jornada Mundial del Enfermo es un día especial para toda la Iglesia, pues del servicio incansable a los enfermos y de la preciosa vocación de cuidar penden la verdad del amor. Así lo manifiesta el Santo Padre con el lema Cuida de él, poniendo en el centro la compasión, para recordarnos que «es precisamente a través de la experiencia de la fragilidad y de la enfermedad, como podemos aprender a caminar juntos según el estilo de Dios, que es cercanía, compasión y ternura».
La fragilidad, desde una mirada evangélica, nos mantiene más cerca de Dios, de su ofrenda derramada, del Misterio que nos convoca cada día junto a quienes sufren la enfermedad. Es la manera de nacer al Amor, mientras el sufrimiento adormecido encuentra sentido a los pies de la Cruz.
Cuando asolan las horas difíciles, a todos nos cuesta comprender tanto silencio confuso. En verdad, nunca estamos suficientemente preparados para abrazar la enfermedad. Y, a menudo, como escribe el Papa, «ni siquiera para admitir el avance de la edad». Nos cuesta hacer sitio a la fragilidad porque «tenemos miedo a la vulnerabilidad» y, a menudo, «la cultura omnipresente del mercado nos empuja a negarla».
La Palabra de Dios es luz y, si hemos sido hechos «para la plenitud que solo se alcanza en el amor» (Fratelli tutti, 68), no podemos vivir indiferentes ante el sufrimiento de nuestros hermanos. En la parábola del buen samaritano, «Cuida de él» (Lc 10,35) es la recomendación del samaritano al posadero. Jesús, incide el Santo Padre, «nos lo repite también a cada uno de nosotros: “Anda y haz tú lo mismo”».
La Iglesia en España, con el departamento de Pastoral de la Salud al frente de esta causa tan importante, inicia la Campaña del Enfermo que concluirá con la Pascua del Enfermo el VI Domingo de Pascua. Con el lema Déjate cautivar por su rostro desgastado, quiere poner el foco en el cuidado de los mayores. La necesidad del cuidado y de la compasión «es particularmente necesaria en las personas que añaden a la enfermedad el peso de los años». De ahí la importancia de dejarnos interpelar por el rostro del Cristo enfermo.
La comisión episcopal agradece en su mensaje la misión pastoral de aquellos que cuidan «a quienes padecen por la enfermedad y las limitaciones que los años nos van imponiendo». Una misión pastoral, reconoce, que «siempre actualiza la caridad de Cristo que tuvo en los que sufren a sus preferidos». Y se dirige, de manera personal, a cada uno de ellos: «Tened la certeza de estar cada uno en el corazón de la Iglesia».
Ojalá esta celebración, instituida el 13 de mayo de 1992 por el Papa san Juan Pablo II, nos sensibilice a todo el Pueblo de Dios ante la necesidad urgente y primordial de asegurar la mejor asistencia posible a los enfermos en todas sus dimensiones. Y así, dejándonos cautivar por el rostro de Jesús que se refleja en los enfermos, seamos, cada vez, más samaritanos, más hermanos y más humanos.
A través de la intercesión de la Virgen María, hagamos nuestra la petición del salmista: «No me rechaces ahora en la vejez; me van faltando las fuerzas, no me abandones» (Sal 71,9). Prendámonos del rostro de los mayores y ayudémosles a dar sentido a su fragilidad. Que este caminar juntos en clave sinodal, donde enfermo y cuidador se acompañan en lo profundo, nos ayude a acoger la invitación del Papa de «volver a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño» (Evangelii gaudium, 288).
Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.