Carta del arzobispo de burgos: «Nuestros abuelos y mayores, abrazo de esperanza»
Mario Iceta invita a los fieles a visitar a los abuelos en esta jornada celebrativa. «Llevadles el detalle que más les gusta, decidles lo importantes que son para vosotros»
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Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos en toda la Iglesia universal la II Jornada Mundial de los Abuelos y de las personas mayores. Con el lema En la vejez seguirán dando fruto (Sal 92,15), el Papa Francisco desea poner a los abuelos y a las personas mayores en el centro de cualquier paisaje que recree la imagen de un Dios generoso, entregado y bueno. Porque su vida es un don, tanto para la sociedad en general como para las comunidades eclesiales que dan vida a uno de los rostros más amables de la Iglesia.
El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, en su comunicado para la celebración de esta Jornada, reconoce que la elección de este tema supone una invitación a «reconsiderar y valorar» a los abuelos y a las personas mayores, que con frecuencia «son mantenidos al margen de las familias y de las comunidades civiles y eclesiales». Asimismo, destaca que sus experiencias de vida y de fe pueden ayudar a construir «sociedades conscientes de sus raíces y capaces de soñar con un futuro más solidario».
El cuidado de las personas mayores, sobre todo cuando atraviesan momentos de fragilidad, ha de ser la primera parada de todos nuestros viajes, el horizonte de cualquier lugar donde deseemos hablar del Amor. «La vida del hombre es un don precioso que hay que amar y defender en cada fase», dejó escrito el Papa san Juan Pablo II en su mensaje para la Cuaresma de 2005. Las personas mayores «constituyen un gran valor que debe ser debidamente apreciado y acogido». En este sentido, afirmaba que «el hombre vive de la herencia de quien le ha precedido», y su futuro «depende de manera determinante de cómo le han sido transmitidos los valores de la cultura del pueblo al que pertenece».
Sin duda alguna, siguiendo el legado que nos dejó el Papa magno y viajero, la sabiduría y la experiencia de las personas mayores pueden iluminar el camino del hombre «en la vía del progreso hacia una forma de civilización cada vez más plena». Y así lo reconoce el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, afirmando que la invitación a escuchar la sabiduría de los años «es particularmente significativa en el contexto del camino sinodal que la Iglesia ha emprendido».
La pastoral de las personas mayores ha de ser una prioridad para toda comunidad cristiana. ¿Quiénes, si no ellos, nos enseñan a rezar con el corazón en las manos? ¿Quiénes, si no ellos, nos muestran el camino del amor desde donde aprender a acariciar al sufriente, sin preguntarle por la tierra en la que nació o por las entrañas que le amamantaron? ¿Quiénes, si no ellos, nos preparan para amar hasta el último de nuestros días –en lealtad y de manera incondicional– con toda el alma?
Id a visitar a los abuelos, llevadles el detalle que más les gusta, decidles lo importantes que son para vosotros. A veces, un solo abrazo basta para hacerles ver lo importantes que son para Dios, Aquel que les ha tejido en el vientre de sus madres (Sal 139, 13b) y les ha creado «a su imagen y semejanza» (Gn 1, 26).
Y aunque a veces estemos cansados y creamos que la debilidad que nos asola es más grande que nuestra fe, abramos el corazón y pongámoslo al servicio de una persona mayor, dediquemos una parte de nuestro tiempo a cuidar sus llagas, a sostener su sonrisa, a calmar su dolor, a avivar su esperanza o a acompañar su soledad.
En la vejez, las personas mayores siguen dando fruto y, por ello, como advierte el Santo Padre, «deben ser cuidados como un tesoro de la humanidad», porque «son el pan que alimenta nuestras vidas».
Le pedimos a la Virgen María, cuando estamos a tan solo dos días de la festividad que recuerda a sus padres, san Joaquín y santa Ana, que sepamos descubrir cada día el papel fundamental que los abuelos y mayores han tenido en la transmisión de la fe, del cariño desmedido y del amor incondicional. Nunca olvidemos que el fruto de sus manos gastadas es, hoy, la semilla que hace renacer la esperanza cuando más nos cuesta mantener la vida en pie.
Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.
+ Mario Iceta Gavicagogeascoa
Arzobispo de Burgos