Carta del arzobispo de Mérida-Badajoz: «Vida»

En su escrito semanal, Celso Morga se muestra muy crítico con nueva Ley del aborto y denuncia, entre otras cosas, su imposición «en un país que vive un invierno demografico»

Celsomorga

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Queridos fieles:

Don Manuel Martínez Sellés, Presidente del Colegio de Médicos de Madrid, aporta, entre otros, los siguientes datos referidos al borrador de la nueva ley sobre el aborto.

La vida humana comienza con la fecundación. Esta evidencia científica tiene, también en Europa, respaldo legal, ya que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminó que constituye un embrión humano “todo ovulo humano a partir del estadio de la fecundación”.

El Código Español de Deontología Médica en su artículo 52,1 establece que “el ser humano es un fin en sí mismo en todas las fases del ciclo biológico, desde la concepción hasta la muerte”.

Esta nueva ley se quiere imponer en un país que vive un auténtico invierno demográfico, con la natalidad en mínimos históricos.

Todos los ginecólogos conocen perfectamente esta realidad científica y muchísimos se acogen a la objeción de conciencia. En su lógica, la nueva ley del aborto también quiere regular este derecho, imponiendo un registro de objetores de conciencia con la obligación de inscribirse con antelación y por escrito, si quieren ejercer este derecho de objeción. Sin embargo, la Carta Europea de Derechos Humanos y la Constitución Española reconocen este derecho, así como el Comité de Bioética de España. El ejercicio de este derecho debe ser libre y confidencial.

Hasta aquí algunos de los datos tomados del artículo del profesor Manuel Martínez Sellés, publicado en el último número de la revista Alfa y Omega (del 19 al 25 de mayo de 2022), basados en evidencias científicas y en leyes y recomendaciones civiles de máximo nivel.

Para nosotros cristianos, Dios es el Señor de la vida y ha confiado a los hombres –como enseña el Concilio Vaticano II– la excelsa misión de conservar la vida y de protegerla con máximo cuidado desde la concepción hasta su término natural (cf. Concilio Vaticano II, constitución pastoral Gaudium et Spes, n.51).

Ello no quiere decir insensibilidad social ante el drama de mujeres, muchas de ellas jóvenes, que se encuentran en el dilema de abortar por las causas más diversas, algunas muy graves. Quienes tenemos fe en Dios, Señor de la vida, sufrimos igual o más que todos los hombres y mujeres de bien por la madre que se encuentra en ese gravísimo dilema y por el hijo concebido y todavía no nacido. A la nueva ley pedimos, al menos, que se dé a esas madres la posibilidad de elección verdaderamente libre, es decir, que se dé a la madre que decida seguir con la gestación de su hija o su hijo un importe económico equivalente al que se da para la madre que decida abortar. ¿Será pedir demasiado?

+ Celso Morga Iruzubieta

Arzobispo de Mérida-Badajoz