Carta del arzobispo de Tarragona: «Los papagayos de la selva»

Joan Planellas nos alerta de que el amor y el bien de los que alardea nuestra sociedad actual en muchas ocasiones no se corresponden con un amor y un hacer el bien cristiano

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Estimados y estimadas. El mandamiento de Jesús es simple. Nos dice: «Amaos los unos a los otros. […] En esto todos reconocerán que sois mis discípulos: en el amor que os tengáis los unos a los otros» (Jn 13,34-35). Y también nos dice: «Si me amáis, cumpliréis mis mandamientos.» (Jn 14,15). Ante estos pasajes cruciales del Evangelio de Juan, vale la pena haber leído, al menos una vez, uno de los comentarios que le dedica san Agustín. Dice así: «A veces el padre pega al niño y al vendedor de esclavos le hace caricias… Se pueden hacer muchas cosas que tienen una apariencia buena y no salen de la raíz de la caridad. También los espinos tienen flores. Otras acciones parecen duras y crueles, pero son para educar bajo el impulso de la caridad. Se te da, pues, un solo precepto breve: ama y haz lo que quieras. Si callas, calla por amor. Si gritas, grita por amor. Si castigas, castiga por amor. Sea el amor la raíz interior: de esa raíz sólo el bien podrá salir» (Tract. In 1 Ioan., 7,7-8).

Hoy en día esto, aparentemente, se entiende muy bien. El mandamiento es amar, la moral es amar: ama y haz lo que quieras. Se entiende muy bien que la raíz es el amor. Pero, a la hora de la verdad, lo queremos conservar desarraigado. Hay que tener en cuenta que el amor viene de Dios, y que nos ha sido comunicado, revelado y desglosado en los diez mandamientos. Y los mandamientos se resumen en amar de verdad. Romper uno es romper el amor, o girarlo del revés y convertirlo en egoísmo.

En el mundo, se habla mucho de amor o incluso se grita mucho de amor. Tanto, que quedamos ensordecidos. Y sin embargo, el mundo parece una selva, donde sólo se puede vivir con la ley de la selva. Se mata, se roba y se hace la guerra. En nombre del bien, se declaran guerras o invaden otros países. En nombre del bien, se aprueba la carrera armamentística, se venden armas a determinados países, buscando justificaciones aparentemente razonables. En nombre del bien, hay empresarios que explotan a sus trabajadores o determinados países se aprovechan de otros. También, en nombre del bien, el marido abuchea a la mujer y los hermanos pleitean entre ellos al considerar sus derechos vulnerados. En este mundo, en nombre del amor, muchas parejas se rompen vertiendo el amor por los cuatro costados. En nombre del bien, se desmenuzan los compromisos contraídos y el primer amor queda diluido por las emociones del momento. También, se prescinde, por amor, del bien de los hijos, y los ancianos se ven abandonados, los que tienen necesidades especiales se ven marginados y los pobres explotados… Pero, mientras tanto, los papagayos de la selva no paran de gritar con estridencia: paz, paz, paz, amor, amor, amor.

¿Cómo conoceremos que el amor es verdadero o cristiano? ¿Quiénes son los que practican el mandamiento de la caridad? Recordar la diferencia que nos da Jesús. Nos dice que debemos amarnos «unos a otros. Así como yo os he amado» (Jn 13,34). Y nos dice también que su paz no es «como la da el mundo» (Jn 14,27). Nos habla de «y los destiné para que vayan y den fruto,» (Jn 15,16). Y añade: «Por sus frutos, entonces, los reconocerán.» (Mt 7,20).

+ Joan Planellas i Barnosell

Arzobispo de Tarragona