Carta del arzobispo de Tarragona: «Sobre la credulidad y la fe»

En la celebración del Corpus y el Día de la Caridad, Joan Planellas nos recuerda que la fe, si es auténtica, lleva siempre al compromiso

joanplanellas

Redacción digital

Madrid - Publicado el

3 min lectura

Estimadas y estimados. El periodista Francesc-Marc Álvaro publicó en La Vanguardia un interesante artículo que llevaba por título «Los crédulos» (noviembre de 2022). Se declaraba sorprendido por el elevado grado de credulidad ?que es la facilidad exagerada a creer? en una población como la nuestra, que se suponía informada y formada. Decía que los crédulos son legión y aparecen en muchos episodios de nuestra vida pública. La credulidad, decía Álvaro, se expande como una sustancia dulce que construye sospechas que nacen de la intoxicación y del ruido. La credulidad, concluía el autor, consiste en un acto de fe que se basa en la negación de lo evidente. Para el crédulo, el argumento que desmiente su mensaje no es más que la conspiración del otro. Hoy, que celebramos la festividad del Corpus, puede ser un buen momento para reflexionar sobre la fe y la credulidad.

Es paradójico, ciertamente, que la credulidad esté tan extendida en una época que se define a sí misma como racional. Y que afecta, aunque parezca extraño, no solo a personas incultas, sino que también implica a personas con formación y cultura, incluso a personas con importantes responsabilidades políticas o sociales. La credulidad, entonces, es la reacción a un exceso de racionalidad que no satisface la existencia de las personas y sirve de vía de escape.

La credulidad es también omnipresente en lo que algunos llaman «ciencias ocultas» —astrología, tarot, etc.—, unas prácticas que no tienen ninguna base científica pero que cuentan con miles de seguidores y generan movimientos millonarios de dinero a diario. Entre estas credulidades se encuentra el horóscopo, que aparece fielmente cada día en los periódicos y en las tertulias radiofónicas o televisivas y es leído o escuchado por miles de lectores y oyentes que siguen con mayor o menor fidelidad sus consejos.

Dicho esto, debemos proclamar que la fe no tiene nada que ver con la credulidad. La fe es una apuesta razonable que se presenta como complemento de la razón, no como alternativa. La fe, no sólo no desprecia la razón, sino que pide su concurso para comprender aquello que cree. Es el razonamiento que hacía san Agustín cuando decía «creer para comprender» y «comprender para creer». Su argumento constaba de tres pasos: la razón alcanza un límite más allá del que no puede avanzar; la fe ilumina la razón con su luz; la razón iluminada ayuda a comprender la fe. Ningún desprecio de la razón en la creencia; al contrario, una fe en la que no intervenga la razón no es creencia alguna: es fideísmo. La fe no anula la razón, como pretenden algunos filósofos —por ejemplo, Jaspers— sino que la fortalece. La credulidad la debilita. Y mientras que la fe es una apuesta razonable, la credulidad es irracional.

Por último, la fe, si es auténtica, lleva siempre al compromiso, lugar al que nunca lleva la credulidad. Y es que la fe es dar el corazón, lo que implica amar. Precisamente, hoy festividad del Corpus es, para la Iglesia, el Día de la Caridad, y he aquí que la caridad no es tampoco fruto de la credulidad, sino del compromiso concreto con las personas, su dignidad y el acompañamiento en su crecimiento, como se hace desde Cáritas.

Vuestro,

+ Joan Planellas i Barnosell

Arzobispo de Tarragona