Carta del arzobispo de Valencia: «Generar esperanza»

De cara a la Jornada Pro Orantibus, Enrique Benavent nos recuerda que la oración de los contemplativos es una fuente incesante de gracia y bendición para la Iglesia y el mundo

enriquebenavent

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El domingo posterior a Pentecostés celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Esta ?esta es una invitación a dar gracias al Padre por su designio de amor al mundo que se ha revelado en el envío del Hijo y la efusión del Espíritu Santo. La fuente de donde brota la historia de la salvación no es otra que el mismo Dios que "es amor" (1 Jn 4, 8). Ese Dios que se nos ha manifestado como amor, quiere darse también a cada uno de nosotros como premio para que todos sus hijos alcancemos una felicidad más grande que la que podemos imaginar, que consiste en participar de su amor eterno. Si la vocación más profunda de todo ser humano es el amor, esta encuentra su realización plena en Dios. La esperanza es la virtud que orienta la vida del cristiano a esa meta en la que se encuentra la verdadera felicidad.

Coincidiendo con esta solemnidad, recordamos hoy de una manera especial a los religiosos y religiosas que, movidos por esta esperanza, se han sentido llamados a vivir totalmente para Dios por el camino de la oración y la contemplación. Su testimonio nos recuerda a todos cuál es la meta de nuestra esperanza; su oración por la Iglesia sostiene la esperanza de quienes queremos llegar a Dios haciendo de nuestra vida un camino de santidad; su entrega radical fortalece a los que día a día gastan su vida en el anuncio del Evangelio y el testimonio de la fe. La oración de los contemplativos es una fuente incesante de gracia y bendición para la Iglesia y el mundo. Por ello, hoy quiero invitaros a orar por quienes se han sentido llamados a vivir su camino de santidad en la vida contemplativa, y de una forma especial por las comunidades que se encuentran en nuestra diócesis. Pidamos que el Señor les sostenga en su vocación y que les bendiga con nuevas vocaciones. A nuestra Iglesia sin la vida contemplativa le faltaría el aliento de vida.

Quienes vivimos inmersos en el mundo estamos expuestos a dejarnos esclavizar por nuestros intereses; a menudo valoramos las cosas y los acontecimientos por su utilidad o su e?cacia; nos dejamos llevar por el ritmo frenético que la sociedad acaba imponiendo a nuestra vida; somos más propensos a juzgar que a amar; ponemos nuestras esperanzas e ilusiones en cosas que nunca podrán llenar nuestro corazón con la verdadera alegría. Quien contempla el mundo con la mirada de Dios no busca sus intereses ni pone su esperanza en las cosas del mundo; no es esclavo del deseo de rapidez o e?cacia y valora las cosas por lo que son y no por su utilidad. Este es el camino que nos lleva al gozo del Espíritu.

Quienes se han sentido llamados por el Señor a una vida de oración no se desentienden del mundo. No estamos ante personas a las que no les importa lo que ocurre fuera de sus monasterios, sino ante cristianos que quieren sumergirse en el misterio del Dios que es amor. No desprecian al mundo, sino que lo contemplan con la mirada de Dios. San Juan de la Cruz ha a?rmado que "el mirar de Dios es amar". No puede mirar el mundo de otro modo Aquel que es amor. Y quien se sumerge totalmente en Dios no puede tener otra mirada sobre el mundo que la que nace del amor.

+ Enrique Benavent

Arzobispo de Valencia