Carta del obispo de Asidonia-Jerez: «Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde»

Cuando nos acercamos a la celebración de Pentecostés, Rico Pavés nos recuerda en su escrito semanal que «para dejarnos instruir por el Espíritu Santo, Jesús nos pide confianza»

josericopaves

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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Cuando avanzamos con la Iglesia en el tiempo de Pascua, Cristo Resucitado sale a nuestro encuentro y nos regala palabras de esperanza. Para superar la cobardía, Jesús nos pide amarle guardando su palabra, dejarnos instruir por el Espíritu Santo y recibir su paz.

Guardar sus palabras significa llevar sus enseñanzas a lo que hacemos y nos pasa, alejar las tinieblas con el resplandor de su luz, vencer la tristeza con la alegría plena que Él quiere para los suyos. Poniendo su Palabra en la vida nos descubrimos amando con un amor que nos supera: el Padre nos ama y nos concede amar con su mismo amor.

Para dejarnos instruir por el Espíritu Santo, Jesús nos pide confianza. El Espíritu es Paráclito, es decir, Defensor y Consuelo, nos recuerda cuanto Jesús nos ha dicho, nos conduce a la verdad plena y nos capacita para ser testigos de Cristo en medio del mundo. Así nos ayuda el Señor a vencer nuestros miedos y cobardías: poniendo su morada en nosotros. Se muestra fuerte por fuera quien se sabe sostenido por dentro. La aventura de la vida cristiana es siempre camino de interiorización: “Olvido de lo criado, memoria del Creador, atención a lo interior y estarse amando al Amado” (San Juan de la Cruz).

Se vencen, en fin, las cobardías recibiendo la paz que Jesús nos da. Su paz no es como la del mundo. Con la suya obtenemos “serenidad de la mente, tranquilidad del alma, sencillez del corazón, vínculo de amor y enlace de caridad” (San Cesáreo de Arlés). La paz interior despeja temores, elimina cobardías y convierte a su portador en sembrador de concordia.

Nos acercamos a la celebración de Pentecostés cuando nos vemos sacudidos por leyes inicuas que amenazan aún más la vida de los más indefensos, el drama de la guerra no cesa, crece la desigualdad y la pobreza, y derechos constitutivos de la persona -como los que protegen la libertad religiosa y de conciencia- son sustituidos por otros inventados. Como a los dos de Emaús, Jesús resucitado sale a nuestro encuentro, se hace nuestro compañero de camino y nos regala palabras de esperanza: “Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde”.

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez