Carta del obispo de Astorga: «A propósito de los incendios»
Ante los incendios que afectan a numerosas zonas de España, Jesús Fernández denuncia la falta de prevención de los mismos, por el abandono del mundo rural
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El aire huele a humo. Las olas de calor sufridas este verano, asociadas a vientos racheados han facilitado la extensión del fuego que ha quemado miles de hectáreas de terreno en las zonas leonesa, gallega y, sobre todo zamorana de nuestra diócesis. Todos estos incendios han provocado graves daños al medioambiente, a la ganadería y a los animales salvajes, ha diezmado los recursos turísticos y, sobre todo, han dejado sumidas en la tristeza y la desesperanza a las gentes de estas zonas, para las que el futuro se ha teñido de negro. Esto, sin embargo, no ha sido lo peor. La consecuencia más trágica la ha provocado el incendio iniciado en Losacio (Zamora), con la muerte de un brigadista que trabajaba en la extinción, y de un pastor que quería poner a salvo su ganado. Su abnegación y entrega son un referente para todos.
Para explicar lo ocurrido, se vienen señalando distintas causas. Nos detenemos especialmente en aquella que alude a la falta de prevención. Es un hecho que el mundo rural ha sufrido un progresivo y lento abandono que ha desembocado en el fenómeno de la España vaciada. Por otra parte, se cita el nefasto efecto de un ecologismo de despacho que prohíbe tocar la naturaleza y hace que la maleza extienda su dominio hasta en los mismos lindes de los pueblos.
Se ha hecho referencia también al cambio climático, uno de los síntomas de la enfermedad de nuestro planeta señalados por el Papa Francisco. Hay consenso científico en afirmar que, en los últimos decenios, se ha producido un incremento del dióxido de carbono y de otros gases de efecto invernadero que está causando un calentamiento global de la atmósfera. Los últimos episodios vividos en España y en el resto de Europa lo demuestran. El mismo Papa nos recuerda que los efectos de este calentamiento global son enormes y lo serán de modo creciente, afectando particularmente a la salud de las personas que padecen enfermedades cardio-respiratorias, al deshielo de los casquetes polares que puede acarrear futuras inundaciones en zonas costeras, a la pérdida de recursos como el agua potable y la producción agrícola, especialmente perjudicial para los países pobres… (cf. LSi 23-25).
Ciertamente, el cambio climático significado por el calentamiento global ha influido en la rapidez de propagación de los incendios y en la dificultad para extinguirlos. Pero también ha influido la falta de un adecuado tratamiento de la naturaleza y de la prevención que debería hacerse más allá del verano. Se puede concluir que un sabio tratamiento de la naturaleza regala futuro al mundo rural, crea oportunidades laborales, entrega recursos materiales, e impide la propagación de las llamas.
Nuestro mundo se está asfixiando y necesita reducir la emisión de gases de efecto invernadero y una mayor generación de oxígeno. En este sentido, será fundamental la repoblación arbórea en las zonas quemadas. Los árboles son los grandes productores de oxígeno, fundamental para mantener el equilibrio ecológico. Por lo tanto, plantar y cuidar los árboles y las masas forestales es luchar contra el cambio climático. Hay que tener en cuenta que más de un tercio del dióxido de carbono liberado por la quema de combustibles fósiles es absorbido por los bosques cada año.
El mundo es nuestra casa, nuestra única casa. Dios nos creó y nos encargó cuidarla; esa es nuestra obligación. Cada incendio acelera el cambio climático y el calentamiento global. Dediquemos, pues, todos nuestros esfuerzos en combatirlos sin caer en partidismos, favoreciendo la vida y la actividad de los habitantes del sufrido mundo rural, invirtiendo recursos en la prevención y en la extinción, educando en el respeto a la naturaleza, implementando una transición prudente hacia las energías renovables, persiguiendo y castigando a los que se atreven a atentar contra la casa común, y promoviendo la espiritualidad cristiana.
+ Jesús Fernández González
Obispo de Astorga