Carta del obispo de Ciudad Real: «San Isidro labrador»

Ante la próxima festividad de san Isidro, Gerardo Melgar reflexiona sobre la figura de este santo «sencillo, pero lleno de virtudes que tienen mucho que decirnos a nosotros»

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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En casi todos nuestros pueblos de esta tierra eminentemente rural, la figura de san Isidro es importante y el 15 de mayo se celebra cada año la festividad de San Isidro Labrador como patrono de tantas personas que se dedican y viven de los frutos de la tierra y producen los productos básicos de la alimentación de las personas.

Este año es un año especial para las hermandades que tienen por titular a san Isidro, para todos los que lo invocan como su patrono y para todos sus devotos porque, en este año, se cumple el cuadrigentésimo aniversario de la canonización de nuestro santo.

San Isidro, junto con otros santos tan famosos como santa Teresa de Jesús, san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier y san Felipe Neri fueron canonizados en el año 1622. Este año se cumple el CD aniversario de aquella beatificación conjunta de todos estos grandes santos, que tanto han dicho y han beneficiado con su ejemplo a toda la humanidad.

Era Isidro hijo de padres campesinos muy pobres, pero muy cristianos, que no pudieron ni enviar a su hijo a la escuela por falta de medios, pero en casa le enseñaron a ser un buen cristiano, a tener temor a Dios y amarle por encima de todas las cosas, a tener un gran amor al prójimo y un enorme aprecio por la oración, la misa y la comunión como los grandes pilares de su vida cristiana, que aprendió en su familia y no olvidó nunca, sino que cultivo con mucho empeño durante toda su vida. Esto lo aprendió en la familia y de la familia.

La primera enseñanza que nos muestra su vida es que, para él, la familia fue definitiva para aprender y vivir la vida cristiana. En ella encontró san Isidro el apoyo fundamental para vivir la fe y en ella aprendió a dar verdadera importancia a la vida cristiana. En ella entendió y vivió que no podía vivir al margen de Dios, sino dando a Dios la importancia de debía tener por ser quien es, y que debía contar con Él en todo momento

San Isidro nos muestra la importancia de la familia para la vida cristiana, porque en ella se aprende a rezar, a conocer a Dios, a vivir de acuerdo con lo que Dios pide en cada momento.

Hoy tenemos que reconocer que nuestras familias han perdido su talante cristiano, que en ellas Dios es el gran desconocido y el gran ignorado. Hemos perdido el clima creyente que él vivió y que nosotros deberíamos vivir en nuestras propias familias, que nos decimos familias cristianas.

Él aprendió de sus padres que no podía descuidar la fe en su vida. Como trabajador de la tierra, miró al suelo para labrarla, pero nunca se olvidó de mirar también al cielo, de rezar a Dios que sabía que lo amaba y cuidaba de él, para ofrecerle lo mejor de sí mismo y de sus cosechas.

Nosotros miramos mucho, excesivamente, al suelo, y muy poco, casi nada, al cielo. Nos interesa solo lo material y hemos descuidado lo que Cristo nos dice, que lo importante es tener un tesoro en el cielo.

Otro aspecto modélico de san Isidro es el de la práctica religiosa, su aprecio por la oración, por la misa, por la comunión, porque él estaba convencido de que la fe no es posible vivirla sin alimentarla en la oración y los sacramentos.

San isidro fue también un gran solidario con los hermanos necesitados, de tal manera que cuando cobraba el dinero que le daban por estar de obrero del campo, lo dividía en tres partes: una para su familia, otra para las necesidades de la Iglesia y otra para los pobres.

Hoy, y cada vez más, encontramos a nuestro lado personas y familias necesitadas. Nos piden solidaridad y amor que traduzcamos en ayuda a los necesitados.

San Isidro es un santo sencillo, pero lleno de virtudes que tienen mucho que decirnos a nosotros hoy.

+ Gerardo Melgar Viciosa

Obispo de Ciudad Real