Carta del obispo de Coria-Cáceres: «Corpus, con una mirada a los últimos»
Jesús Pulido escribe sobre la fiesta del Corpus, que se celebrará el próximo domingo, y recuerda a san Juan de Ávila cuando afirma que «el amor de Dios es más grande que el cielo»
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Queridos hermanos:
El próximo domingo celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, es decir, la fiesta de Cristo realmente presente en la Eucaristía, sacramento en el que Jesús se queda con nosotros hasta el fin del mundo.
A estos sencillos y cotidianos alimentos de pan y vino Jesús los llenó en la última cena de la misma lógica de la entrega por amor de su encarnación y muerte en cruz: al venir al mundo, se hizo uno de tantos, se convirtió en "siervo" para llegar a los últimos, y murió como un criminal en la cruz para rescatar incluso a los más perdidos, para que nadie se pueda sentir excluido de la predicación del Reino y del anuncio del Evangelio. Con esta misma lógica de abajamiento se quiere hacer accesible a todos en un pedazo de pan y en un poco de vino.
¡Qué misterio! El Señor se queda entre nosotros como comida, bajo los accidentes, la apariencia, del pan de cada día, de ese pan que no debería faltarle a nadie. Dios es libre y poderoso para hacerse hombre, pero solo el amor explica que se haga el último de los hombres;
Dios es omnipotente para estar en todos los sitios y a la vez, pero solo su misericordia explica que quiera estar presente en lo más humilde, pan y vino.
En la Última Cena Jesús se identificó el pan que repartía y con el cáliz que ofrecía a sus discípulos, diciendo: “Esto es mi cuerpo… Esta es mi sangre”. Anticipaba así la muerte en la cruz ya cercana: el pan partido es su cuerpo clavado en la cruz y traspasado por la lanza; y el vino ofrecido es su sangre derramada hasta la última gota.
Movida por este mismo amor de Dios, la Iglesia el día del Corpus mira a los últimos, a los que quiso llegar Jesús haciéndose pobre y haciéndose pan. Caritas encarna esta misma lógica del amor de Dios que no excluye a nadie. Decía San Juan de Ávila que el amor de Dios es más grande que el cielo, porque en el amor de Dios caben todos, justos y pecadores, de cualquier clase y condición, de toda raza y nación, incluso de cualquier credo, mientras que en el cielo solo entrarán los justos.
“Somos lo que damos. Somos Amor” es el lema elegido por Cáritas para la campaña de este año, en el que celebra el 75 Aniversario de su constitución. Las consecuencias de la crisis económica, las secuelas de la pandemia, las heridas que provoca la guerra… son una llamada apremiante a la compasión, a compartir nuestro pan con quien tiene menos que nosotros. Pero, aunque no hubiese necesidades en el mundo, el amor de Dios nos llevaría a dar, a darnos para parecernos a Él.
Nos viene bien recordar hoy aquella queja de San Pablo a los cristianos de Corinto, cuando veía que, mientras unos pasaban hambre, otros estaban hartos de pan y borrachos de vino. Les decía: “Eso no es comer la Cena del Señor… Así vuestras reuniones causan más daño que provecho” (1Cor 11, 20-17).
Cuando acompañemos a Jesús Eucaristía por nuestras calles, no olvidemos que él ha querido identificarse con los últimos, los que pasan hambre, tienen sed, están en el hospital o en la cárcel… y que a él le gustan las procesiones que nos llevan a visitar a los enfermos, a vestir a los desnudos... La fe no se puede desconectar de la vida ni la eucaristía de la caridad.
Con mi bendición,
+ Jesús Pulido Arriero
Obispo de Coria-Cáceres