Carta del obispo de Coria-Cáceres: «Jornada Pro Orantibus. Generar esperanza»

Jesús Pulido recuerda en su carta pastoral de esta semana que, coincidiendo con el domingo de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra la jornada Pro orantibus

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés hemos llegado al final del tiempo pascual. Vienen ahora unas fiestas que dirigen nuestra mirada al cielo, al “trono” de Dios, donde ha ascendido el Señor Jesús con su Sagrado Corazón traspasado, y desde donde, como Sumo Sacerdote, sigue ofreciendo su Cuerpo glorioso en cada sacrificio eucarístico.

El próximo domingo celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad: la fiesta del mismísimo Dios, uno y trino, de cuyo insondable misterio de amor brota su voluntad salvífica. De la relación eterna de las tres Personas divinas viene nuestra salvación. Decía San Juan de Ávila: «Miraos siempre, Padre e Hijo, miraos siempre sin césar, porque ansí se obra mi salud» (Tratado del amor de Dios).

Esa mirada amorosa entre el Padre y el Hijo es el Espíritu Santo. En la Trinidad divina, la persona es relación, se define por la unión, el compromiso y la entrega a los demás. Las personas divinas están tan íntimamente relacionadas que llegan a compartir la individualidad de la naturaleza. Solamente a luz del amor se puede comprender esta unión que no ata ni limita a la persona, sino que la define y le da su capacidad de plenitud. Este misterio de amor y de comunión ha dejado su huella en la creación, especialmente en la persona humana. La libertad humana es la capacidad de compromiso con los otros.

Sin embargo, en el espíritu de este mundo, el ideal de realización personal es la independencia, la autosuficiencia, poder prescindir de los demás. En nuestros días, la persona se define más bien como naturaleza separada, no compartida, como individuo. Hoy entendemos la libertad como la ausencia de ataduras con los demás, no tener obligaciones contraídas que nos limiten. Lo peor es que esto no nos da plenitud, nos define por los mínimos, por la oposición a los demás, por lo que nos distingue; nos hace raquíticos. Y lo más importante, no es a la luz del amor y la entrega a los demás como nos entendemos, sino del egoísmo y del amor propio. Esto no nos construye como personas, y acaba por sumirnos en la desmoralización y el abatimiento.

El domingo de la Santísima Trinidad celebramos la Jornada Pro orantibus, el día en favor de quienes, por amor, quieren comprometerse con radicalidad y dedicarse de por vida al cultivo de la íntima relación con la Trinidad, con las personas divinas. Al renunciar al espíritu de este mundo, se convierten en testigos de que otra forma de vivir es posible. Cuando entramos en sus monasterios, cuando tratamos con estas personas, salimos mejores de lo que entramos: descubrimos que son otros los criterios, los objetivos, los pensamientos, y que tienen una alegría que no es de este mundo. Y esto nos hace bien, nos libera de cualquier tipo de egocentrismo, nos ayuda a crecer en el amor y en la esperanza.

En este mes de junio, quisiera invitar a todos –pero especialmente a aquellos que no hayan estado nunca en un convento– a visitar a los “orantibus” de nuestra diócesis, a aquellos que se dedican a la vida contemplativa. Nosotros somos afortunados porque tenemos siete conventos: “San Pablo” y “Santa Clara”, de las madres clarisas, en Cáceres; “Santa María de Jesús” y “Santa María de la Salud”, de madres jerónimas, en Cáceres y en Garrovillas respectivamente; “Madre de Dios”, de las madres franciscanas de la TOR en Coria; “Nuestra Señora de los Ángeles”, en Navas del Madroño; y “Obra de Amor”, en Cáceres. Algunas de ellas hacen unos dulces exquisitos Unas sesenta contemplativas que son un tesoro en la diócesis de Coria-Cáceres. Merece la pena conocerlas, valorarlas y ayudarlas.

Con mi bendición,