Carta del obispo de Coria-Cáceres: «El óbolo de San Pedro»

Jesús Pulido invita a los fieles a apoyar al Papa con la oración el próximo 29 de junio, para pedir por él, por su salud y por su ministerio al servicio de la Iglesia universal

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Últimamente el Papa Francisco ha pasado varias veces por el Hospital Gemelli de Roma y todos hemos estado pendientes de su salud y pidiendo su pronta recuperación. Hace un año le operaron de una estenosis intestinal; el pasado mes de marzo tuvo una infección respiratoria; a primeros de junio fue un problema en la rodilla, y la semana pasada ha sido intervenido de una hernia intestinal. Gracias a Dios ya se ha restablecido y ha vuelto a su actividad pastoral. Estamos deseando verlo cerca de nosotros en la JMJ de Lisboa en agosto. Se congregarán cientos de miles de jóvenes peregrinos de todo el mundo con el Papa para celebrar la fiesta de la fe.

El Papa es una figura central en la Iglesia católica y el día 29 de junio, fiesta de San Pedro y de San Pablo, nos lo recuerda cada año. El Papa es el Sucesor del apóstol Pedro, el primero de los Doce, a los que Jesús eligió para estar con él y para enviarlos a predicar. A San Pedro, Jesús le dijo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará” (Mt 16,18). Sobre la fe de Pedro quiso el Señor Jesús edificar su Iglesia.

“El discípulo amado” normalmente se identifica con San Juan, pero San Pedro es sin duda “el discípulo que más ama” a Jesús: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?» (Jn 21,15), le pregunta Jesús, y él responde afirmativamente: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Y lo demostró en mil ocasiones: él fue primero en hacer la profesión de fe: «Tú eres el Mesías» (Mc 8, 29) y tomó la palabra en nombre de los demás para declararle su confianza cuando todos le dejaban: “«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,68s); fue el único que se negó a que Jesús, el Maestro, le lavase los pies como un siervo: “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?” (Jn 13,6), y poco después le declaró su fidelidad: “Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte” (Lc 22, 33); y, de hecho, cuando fueron a prender al Señor en Getsemaní, él estuvo dispuesto a luchar por él: “Señor, ¿herimos con la espada?” (Lc 22,49).

Realmente Pedro quería demasiado a Jesús. Su amor muchas veces era desmedido, ciego, impulsivo, se pasaba… Le quiso enmendar la plana a Jesús cuando anunció por primera vez su pasión (Mt 16,22); usó violencia contra el prójimo para defenderlo (Jn 18,10); y lloró amargamente cuando le negó cobarde por tres veces (Mt 26,70). Pedro quería tanto a Jesús que se lanzaba detrás de él sin pensar las consecuencias y sin medir sus fuerzas. Pero Jesús no lo abandonó nunca: corrigió sus errores, le sostuvo en sus dudas, le fortaleció en su debilidad, incluso le perdonó su traición… Pedro era tan impetuoso que incluso se echaba a caminar sobre las aguas para estar con Jesús, aunque se hundiera. Pero el Señor no lo permitía, extendía la mano y lo salvaba (Jn 21, 7; Mt 14,27ss). Antes de encomendarle a Pedro: “Confirma a tus hermanos”, y sabiendo que siempre el Maligno haría las suyas, Jesús le hizo una promesa: “Yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague” (Lc 22, 32).

Sobre la fidelidad y la asistencia del Señor a la fe y al amor de Pedro se basa la Iglesia. Tenemos la seguridad de que el Señor se ha subido a la barca del Pescador de Galilea, aunque a veces pueda parecer que va dormido.

Si la tormenta arrecia y el mar está embravecido, el Señor no permitirá nunca que la barca de Pedro se hunda.

El día 29 de junio, todos con el Papa, para apoyarle con nuestra oración, para pedir por él, por su salud por su ministerio al servicio de la Iglesia universal, con nuestra adhesión a su magisterio y con nuestro afecto a su persona. Ese día además las colectas de todas las misas son para el Papa, para que él tenga los recursos suficientes para extender la caridad a toda la Iglesia, para el anuncio del Evangelio, la unidad de la Iglesia, la promoción del desarrollo humano integral, la educación en la fe, la paz en el mundo, la fraternidad entre los pueblos, las obras caritativas en favor de los más necesitados. Esta ayuda material al Papa se llama el “óbolo de San Pedro”, la limosna, el donativo que damos directamente al Papa. También podemos hacerlo por internet en la página www.obolodisanpietro.va.

Con mi bendición,

+ Jesús Pulido

Obispo de Coria-Cáceres