Carta del obispo de Coria-Cáceres: «Sin compromiso no hay trabajo decente»

Con motivo de la próxima Jornada Mundial del Trabajo, Jesús Pulido recuerda que un trabajo decente debe garantizar unas condiciones mínimas para vivir con dignidad

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Redacción Religión

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En la Sagrada Escritura, el trabajo como castigo es consecuencia del pecado:

“Comerás el pan con el sudor de tu frente” (Gén 3,19). Lo que antes era cuidar un jardín y comer del fruto apetecible que ofrecían los árboles, tras el pecado se convierte en “fatigas”, “cardos” y “espinas”. También hoy el pecado personal, estructural y social castiga a las personas con condiciones inhumanas de trabajo. Luchar por un trabajo decente es construir los materiales del Reino prometido, caminar en la dirección de la salvación futura y, en definitiva, superar las consecuencias del pecado.

El 7 de octubre se celebra la Jornada mundial del Trabajo Decente, declarada por la ONU y la Organización Internacional del Trabajo, y en la que también están involucradas muchas instituciones de inspiración católica que forman parte de la Plataforma Iglesia por el Trabajo Decente. Esta jornada pone en evidencia que el desempleo, el trabajo precario, la desigualdad en el acceso a un puesto de trabajo decente y la limitación en el ejercicio de los derechos humanos son un atentado contra la dignidad de las personas.

El trabajo decente tiene que ver, en primer lugar, del cuidado de las personas. No es posible vivir de espaldas a la peligrosidad de algunos trabajos, al desgaste profesional de otros que generan problemas de salud mental, a la desprotección de los más vulnerables, especialmente de los migrantes que quieren incorporarse en nuestra sociedad. Un trabajo decente garantiza unas condiciones que permitan al ser humano vivir con dignidad: suficiente sustento para el trabajador y su familia, tiempo de descanso de calidad, atención sanitaria, posibilidad de crecimiento personal y profesional, formación continua, vivienda digna, etc.

El trabajo decente hace referencia también de la promoción del bien común. Cuando se quieren maximizar los beneficios y reducir los gastos siempre sale perdiendo el trabajador. En no pocas ocasiones las prisas por superar las crisis económicas y sanitarias generando mayor actividad económica ha provocado un aumento de la pobreza, desempleo, subempleo, salarios precarios, incremento del malestar en el trabajo, retraso en la incorporación de los jóvenes al mercado laboral, exclusión o explotación de los sin papeles… La precariedad del empleo, además de ser un factor de inestabilidad social, contradice la vocación humana universal a cooperar en el bien común.

El trabajo decente, en fin, tiene relación con el cuidado de la casa común. La acción humana no puede desvirtuar y mucho menos destruir la obra divina. “Cultivar” y “custodiar” (Gén 2,15) son dos acciones complementarias que permiten al ser humano cooperar en la creación divina y, a la vez, disfrutar de sus dones. En nuestra diócesis, eminentemente rural, este verano los incendios han puesto en evidencia la necesidad de la prevención con medidas de conservación de los bosques frondosos y campos de cultivo. Igualmente se hace patente la necesidad de vías de comunicación para un mayor desarrollo de las poblaciones más alejadas y despobladas.

Son muchos los factores que influyen, limitan y dificultan hoy que el trabajo sea digno, estable, justo, y que llegue a todos: la pandemia, la guerra en Ucrania, la subida de los carburantes y de la energía, la inflación, etc. Ante la complejidad de la situación se requiere, por una parte, la colaboración de todos y, por otra, que no nos quedemos solo en palabras. Por eso, el lema de este año es: “Sin compromiso no hay trabajo decente”. La solución no sólo está en manos de la política, de la patronal, de los sindicatos o de los diversos agentes del mundo del trabajo. La solución pasa por la colaboración de todos. De este “todos” forma parte también la Iglesia y cada cristiano.

Nuestro XIV Sínodo diocesano pedía poner en marcha una acción diocesana en favor del “trabajo decente, como Dios quiere”, que recogieron también las

Orientaciones pastorales 2019-2024 (3.2b). Este año, la Plataforma Iglesia por el Trabajo Decente ha convocado una concentración en la escalinata de la Ermita de la Paz el 7 de octubre a las 20h, y posteriormente en la concatedral de Santa María una Vigilia de oración por el trabajo decente, también para concluir el tiempo de la creación. Animo a asistir y a reflexionar sobre el trabajo decente, “como Dios quiere”.

Con mi bendición.

+ Jesús Pulido Arriero

Obispo de Coria-Cáceres