Carta del obispo de Huesca y Jaca: «Con gratitud»
Julián Ruiz Martorell echa la vista atrás para valorar el año pastoral de la diócesis y se despide de los fieles hasta septiembre
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Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Con este ejemplar concluye la temporada 2021-2022, que iniciábamos el cinco de septiembre recordando la Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación, celebrada el primer día de aquel mes, con la que comenzaba el “Tiempo de la creación”, que culminó el 4 de octubre, conmemoración de san Francisco de Asís.
A lo largo de este año pastoral, hemos vivido juntos unos meses de gracia que el Señor nos ha concedido y en los que hemos sido acompañados por su presencia continua y su amor benevolente y misericordioso.
Al volver la mirada hacia atrás, lo hacemos con sincero agradecimiento. Damos gracias a Dios y os damos también las gracias a vosotros que, con vuestro testimonio, vuestro trabajo y vuestra oración, habéis contribuido a construir paso a paso nuestra Iglesia local que se ha situado en camino, dispuesta a crecer en una comunión más intensa, en una creciente participación, para responder a una apasionante misión evangelizadora.
De modo particular, expresamos nuestra gratitud a todas las personas que hacen posible cada semana estas páginas, con noticias, acontecimientos y fechas memorables que van marcando nuestro común recorrido.
San Ignacio de Loyola escribió en sus “Ejercicios Espirituales”: “no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente” (EE,2); y también: “El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima” (EE, 23), de modo “que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados” (EE, 23).
San Ignacio nos propone una bella y conocida plegaria: “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo diste; a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta” (EE, 234).
La enseñanza de san Ignacio nos ayuda a vivir la verdadera alegría y a superar la tristeza y la turbación que proceden del maligno: “Propio es de Dios y de sus ángeles, en sus mociones, dar verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y turbación que el enemigo induce. Del cual es propio militar contra la tal alegría y consolación espiritual, trayendo razones aparentes, sotilezas y asiduas falacias” (EE, 329).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+ Julián Ruiz Martorell
Obispo de Huesca y Jaca