Carta del obispo de Huesca y Jaca a los jóvenes de confirmación
Sin el Espíritu, todo es rutina y aburrimiento. Sin el Espíritu, a nuestro alrededor no vemos más que problemas, incertidumbres, desilusiones, engaños, zancadillas, conflictos
Madrid - Publicado el
2 min lectura
Durante unos años os preparáis para recibir la Confirmación y sabéis que se trata de un acontecimiento protagonizado por el Espíritu Santo. Más que vuestra decisión personal o el esfuerzo que realicéis, el auténtico agente principal es el Espíritu, que os concede una oportunidad decisiva para crecer como cristianos, de modo que seáis testigos de Jesucristo sin miedo y sin complejos.
No podéis reconocer a Jesús como Señor si no es por el Espíritu Santo, que continuamente os recuerda -es decir, hace pasar por vuestro corazón- las palabras de Jesús y todo lo que Él hace y dice.
No es posible acercarse a Jesús si no somos atraídos por el Espíritu Santo, porque es el Espíritu quien nos despierta en la fe y nos inicia en la vida cristiana.
El Espíritu Santo hizo que el Hijo de Dios se hiciese hombre en la Virgen María, y convierte el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El Espíritu ha inspirado las Sagradas Escrituras, hace posible la transmisión de la fe a lo largo de los siglos, asiste los pastores de la Iglesia en su enseñanza, nos pone en comunión con Cristo a través de los sacramentos, intercede por nosotros en la oración, edifica la Iglesia con sus carismas, hace posibles los signos de la vida apostólica y misionera, continúa la historia de la salvación en el testimonio de los santos, en los cuales Él manifiesta su santidad.
Sin el Espíritu, todo es rutina y aburrimiento. Sin el Espíritu, a nuestro alrededor no vemos más que problemas, incertidumbres, desilusiones, engaños, zancadillas, conflictos, violencia y guerras. Sin el Espíritu, nos sentimos solos, abandonados, tristes.
Con el Espíritu, nuestro horizonte se ensancha. Vivimos en otra clave y no nos dejamos llevar por la inercia o lo que está de moda. Allí donde antes no veíamos más que problemas, descubrimos oportunidades. Allí donde percibíamos encrucijadas y nos resultaba difícil decidir, recibimos fuerza para tomar decisiones. Si antes no teníamos ilusión por nada, ahora sentimos en nuestro interior una nueva capacidad para respirar a pleno pulmón. Ya no vemos a los demás como enemigos ni rivales, sino como amigos y hermanos. Y cuando descubrimos a nuestro alrededor a muchas personas heridas, enfermas, ancianas, necesitadas y vulnerables, nuestro corazón, lleno de la presencia del Espíritu, nos lleva a trabajar con y por los más desfavorecidos.
En catequesis os explicarán los símbolos del Espíritu, sus dones, sus frutos y sus carismas.
¡Desplegad las velas de la nave de vuestra vida a la acción del viento del Espíritu Santo!
+ Julián Ruiz Martorell
Obispo de Huesca y Jaca