Carta del obispo de Huesca y Jaca: «Proverbios»
En este tiempo de Cuaresma, Julián Ruiz Martorell nos invita a reflexionar con el libro de los Proverbios, cuya lectura, en palabras del obispo, ampliará nuestro horizonte vital
Madrid - Publicado el
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A través de la escucha atenta de la Palabra de Dios, avanzamos en el tiempo de Cuaresma. Los textos que nos propone la liturgia nos van introduciendo en los misterios que celebramos. Son pasajes antológicos y hemos de beber de este manantial, siendo conscientes de vivir una genuina experiencia eclesial.
También es oportuno reservar un tiempo de escucha personal, e incluso comunitaria, para profundizar en un libro determinado de la Sagrada Escritura: un evangelio, alguna de las cartas de san Pablo, los textos proféticos o incluso algunos capítulos de los libros sapienciales.
En el libro de los Proverbios encontramos bellas páginas que amplían nuestro horizonte vital. Los sabios israelitas distinguían dos normas de conducta, dos “caminos”. Uno conduce a la autorrealización y el otro a la autodestrucción. El primero se llama “sabio” y “justo”. El segundo, “necio” o “malvado”. Y la sabiduría poco a poco va adquiriendo carácter personal: la Sabiduría divina.
Escuchemos algunos textos: “La senda del justo es aurora luminosa, crece su luz hasta hacerse mediodía” (Prov 4,18). “Todo esfuerzo obtiene recompensa, el mucho hablar conduce a la miseria. Corona de los sabios es su saber; diadema de los necios, su torpeza” (Prov 14,23-24). “La lengua del sabio rezuma saber, la boca del necio profiere necedades” (Prov 15, 2). “Lengua amable es árbol de vida, lengua áspera rompe el corazón” (Prov 15,4).
En ocasiones encontramos síntesis estimulantes: “Seis cosas detesta el Señor, y una séptima aborrece del todo: ojos altaneros, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, corazón que maquina planes perversos, pies que se apresuran tras la maldad, testigo falso que proclama mentiras y hombre que siembra discordias entre hermanos” (Prov 6,16-19).
El temor del Señor no se identifica con el miedo, el terror o el pánico, sino que consiste en el respeto confiado: “Más vale poco con temor del Señor que grandes tesoros con preocupación. Más vale ración de verdura con amor que buey cebado con rencor” (Prov 15,16-17). “Temer al Señor educa en la sabiduría, delante de la gloria va la humildad” (Prov 15,33). “Amor y fidelidad reparan la culpa, temer al Señor aparta del mal” (Prov 16,6).
“El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor, conocer al Santo implica sabiduría” (Prov 9,10). “La sabiduría pregona por las calles, en las plazas levanta la voz; (…) Os llamé, y vosotros rehusasteis; extendí mi mano y la rechazasteis; despreciasteis mis consejos, no aceptasteis mis advertencias” (Prov 1,20.24-25). “Oíd, la sabiduría pregona, la inteligencia levanta su voz, en los montículos, al borde del camino, de pie, a la vera de las sendas; (…) inexpertos, aprended sagacidad; necios, adquirid buen juicio” (Prov 8,1-2.5).
+ Julián Ruiz Martorell
Obispo de Huesca y Jaca