Carta del obispo de Lleida: «Dar gracias»

Salvador Giménez Valls, en su carta de esta semana, se muestra agradecido a Dios por los acontecimientos más importantes de su vida

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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Todos hemos aprendido desde muy pequeños una recomendación o una orden de nuestros padres que nos repetían muchas veces la frase a responder a una persona que nos ofrece un regalo. ¿Qué o cómo se dice? Y nos salía con satisfacción la palabra gracias ante el obsequio que ya teníamos entre las manos. La misma satisfacción se mostraba en el rostro de nuestros padres porque se aseguraban que habíamos aprendido a transitar por el camino de la buena educación. Se sentían satisfechos también con nuestra respuesta los autores del regalo.

A medida que cumplimos años valoramos mucho más ese pequeño gesto de recibir y agradecer. Aparentemente tiene poca importancia pero en el fondo denota una actitud positiva y respetuosa anta una persona que nos muestra su cariño; una actitud que obliga al olvido de sí mismo para reconocer la importancia del otro que recibe una palabra cariñosa de nuestros labios. Aquí no valoramos ahora el regalo sino el agradecimiento; no buscamos aumentar y mejorar en cada ocasión el obsequio sino la actitud ante un detalle gratuito.

El papa Francisco tiene frases muy acertadas y ocurrentes que llegan al corazón de todos de forma instantánea. Hablando de la familia afirmaba que no debían olvidar nunca sus miembros tres palabras que envolvían prácticamente todo el quehacer ordinario de sus relaciones. Tenían que utilizarlas siempre: Permiso, gracias, perdón. Con seguridad eso favorecería el encuentro, el afecto y la esperanza en el futuro. En el caso que nos ocupa, el de las “gracias”, decía que “la dignidad de las personas y la justicia social pasan por una educación de la gratitud”. En esa línea educativa están los padres, los maestros, los catequistas y todos aquellos cuya misión fundamental se orienta a posibilitar el crecimiento personal de los niños y jóvenes.

Los cristianos sabemos dar gracias a Dios en primer lugar. Entre los aspectos de nuestras oraciones subrayamos el agradecimiento a nuestro Padre por la vida, por la alegría de la fe y por todos los dones, personas y cosas, que ha puesto a nuestro alcance para vivir en la verdad de las bienaventuranzas. Nos educamos contando con la presencia de Dios en todo momento.

Ese agradecimiento que os comento lo quiero aplicar a mí mismo. Disculpad si lo personalizo demasiado. En estos dos meses (mayo-junio) recuerdo y celebro algunos acontecimientos de mi vida con una inmensa gratitud a Dios por todo lo que me ha ocurrido en mi historia de fe.

Me bautizaron a los cinco días de mi nacimiento que se produjo el 31 de mayo; comparto mi gratitud a Dios con mis padres y mi familia toda. El día 10 de mayo recibí por primera vez al Señor en la Eucaristía; comparto mi acción de gracias con el párroco, catequistas y comunidad parroquial. El día 9 de junio recibí la ordenación presbiteral en Valencia; agradezco a los formadores y profesores del Seminario sus desvelos por acompañarme en esa importante etapa de mi vida mediante la oración, los sacramentos, la comunidad de seminaristas. A partir de mi ordenación me sentí querido por las comunidades parroquiales donde ejercí el ministerio y por los sectores educativos y equipos de sacerdotes a los que intenté ayudar por medio de los encargos pastorales recibidos. A principios de mayo me comunicaban que el Santo Padre me nombraba Obispo Auxiliar de Valencia donde recibí la ordenación el día 2 de julio. Allí mismo, en la diócesis de Menorca y aquí, en Lleida, comparto mi gratitud con los hermanos obispos con los que colaboré, con los organismos diocesanos a los que serví y, en general, con las comunidades de las tres diócesis en las que me sentí siempre como en familia buscando la santidad en el desarrollo del ministerio.

Además de dar las gracias, os pido que continuéis rezando por mí.

+ Salvador Giménez Valls

Obispo de Lleida