Carta del obispo de Mondoñedo-Ferrol: «A la búsqueda del bien común»

Fernando García Cadiñanos lamenta la actual renuncia a la búsqueda del bien común que impera en nuestra sociedad y recuerda que no podemos vivir al margen de los demás

fernandogarciacadinanos

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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No sé si coincidiréis conmigo en señalar que la raíz de la situación de muchos fenómenos que estamos viviendo se sitúa en la dificultad para enfrentarlos desde una clave diferente que lo renueva todo y que llamamos el bien común. Los obispos españoles publicábamos recientemente un documento titulado “El Dios fiel mantiene su Alianza”, que indica precisamente esta tesis. Quizás sería bueno reflexionarlo y comprometernos en la construcción de ese necesario bien común que nos ayuda y edifica personal y socialmente.

Esta dificultad por afrontar este reto aparece claramente en los debates políticos cuando somos incapaces de asumir pactos de Estado que superen la polarización ideológica que nos atenaza. Las reivindicaciones nacionalistas de cualquier índole pueden llegar a ser, en muchas ocasiones, búsquedas de un bien particular alejado de otros intereses. La carencia de un pacto educativo global es una evidencia del poco compromiso en la búsqueda del bien común de nuestros niños y jóvenes. Lo mismo sucede con otras cuestiones que nos preocupan como sociedad, como son la natalidad, la España vaciada, la sanidad, la vivienda…

El tema no es baladí. Creo que tendríamos que reflexionar seriamente y prestar atención porque, como decimos los obispos, “cuando la democracia se asienta en la aceptación del relativismo, la sola gestión de intereses y la permanente referencia a la ideología de los derechos individuales por haber perdido la referencia al bien común, la democracia misma abona su propia crisis”.

Y es que, detrás de muchas leyes, hay una renuncia a la búsqueda del bien común para satisfacer intereses generales o ideológicos que no siempre coinciden con lo bueno para todos y cada uno. Quizás esta práctica política se asienta en que, también a título personal, hemos abandonado esa búsqueda de lo bueno socialmente para juzgarlo todo desde intereses particulares, cortoplacistas, que benefician al propio grupo o sector social. Y es que la lucha por los derechos humanos, que son la concreción tradicional que expresa adecuadamente una sociedad construida sobre el bien común, no puede ser interpretada correctamente si no es reconociendo la dimensión social de esos mismos derechos. Las consecuencias las vemos en la violencia de género, en la situación de los mayores, en los discursos sobre migración, en la construcción del estado social, en la reivindicación de una muerte digna, en el aborto…

Lo mismo sucede en los ámbitos económicos, donde también los modelos económicos se construyen desde el único interés económico que soslaya la construcción de una sociedad buena para la persona, para todas las personas. El dinero impone sus leyes y se antepone al cuidado y el desarrollo del ser humano y su dimensión social connatural. Hemos cambiado el objetivo

económico, la verdad sobre el fin de la economía. Ello tiene sus derivaciones negativas en el ámbito del trabajo digno, en la renuncia al cuidado de la casa común, en la implicación de la dimensión familiar en las políticas laborales y sociales, en la defensa de los derechos de los trabajadores, en la responsabilidad social corporativa, en la fiscalidad…

Quizás no aprendimos suficientemente lo que significó la situación vivida durante la pandemia, donde percibimos que estamos vinculados realmente en un único destino y en una única suerte, asentados en la común naturaleza humana. Porque no podemos vivir al margen de los demás, no podemos consentir que la cultura de la desvinculación nos desintegre como sociedad y nos reduzca a individuos. El ser humano es más que individualidad.

Por ello, hemos de ser capaces de recuperar la fecundidad que posee el bien común como principio central sobre el que edificarnos. Juntos podemos y debemos comprometernos en la búsqueda de esas condiciones de vida que hagan posible un desarrollo más pleno y feliz de la propia perfección. Condiciones que nunca pueden ser identificadas plenamente, que necesitan un proceso lento de discernimiento permanente y colectivo y que se fundamentan en el amor. El amor que se define como el firme deseo de procurar el bien del amado y que es la base del bien común. En esa construcción quiere empeñarse la Iglesia, haciendo cuerpo con todas las personas y grupos que hagan del bien común un lugar de discernimiento y de práctica social, y a ello convoco a todos los cristianos de nuestra diócesis de Mondoñedo-Ferrol.

Vuestro hermano y amigo.