Carta del obispo de Osma-Soria: «María, Virgen de la alegría»
A punto de comenzar el mes dedicado a la Virgen, Abilio Martínez Varea nos recuerda que «María es la mujer que supo decir sí. Un sí confiado a Dios sin muchas certezas humanas»
Madrid - Publicado el
4 min lectura
Queridos diocesanos, feliz Pascua. Todavía resuenan en nuestros oídos los ecos de la alegría de la resurrección de Cristo que, con gozo, cantamos en la celebración de la Vigilia Pascual. Una celebración, la de la Pascua, que se prolonga durante cincuenta días en los que aprovechamos para vivir la alegría de sabernos salvados y amados por Dios, y que finaliza con la fiesta de Pentecostés, con la llegada del Espíritu Santo a los apóstoles y María.
María va a estar siempre presente en la vida de Jesús. Ella siempre está ahí. Como todas las madres, a veces de una manera más evidente, otras de un modo más callado, pero siempre ahí. Para los cristianos, María es la mujer que supo decir sí. Un sí confiado en Dios, sin muchas certezas humanas pero lleno de esperanza en el Señor. Ella es el modelo del creyente, del que confía en Dios, aun cuando todo invite a dudar o a poner en entredicho lo que aparentemente nuestra razón no es capaz de comprender. Por eso la imagen de María va más allá de ser la mera madre de Jesús. María se convirtió por las palabras del propio Jesús en nuestra propia madre: “Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19, 27).
En la homilía de la Vigilia Pascual del pasado sábado Santo, el Papa Francisco decía: “En esta noche, hermanos y hermanas, dejémonos tomar de la mano por las mujeres del Evangelio, para descubrir con ellas la manifestación de la luz de Dios que brilla en las tinieblas del mundo. Esas mujeres… (cf. Lc 24,1-10) ven, escuchan y anuncian. Con estas tres acciones entramos también nosotros en la Pascua del Señor”. Me detengo solo en las últimas palabras dedicadas a las mujeres en cuanto que son anunciadoras de la alegría de la Resurrección. La alegría de experimentar a Cristo como Salvador no se puede quedar para uno mismo. El Papa subraya que la “luz de la Resurrección no quiere retener a las mujeres en el éxtasis de un gozo personal, no tolera actitudes sedentarias, sino que genera discípulos misioneros que “regresan del sepulcro” y llevan a todos el Evangelio del Resucitado”. A pesar de todas las dificultades personales, sociales, eclesiales… no debemos nunca desanimarnos en la tarea de llevar a Cristo Resucitado en un mundo que reniega de Él pero que necesita salir de las tinieblas de la muerte a la Luz de la Vida que nunca termina.
La Virgen María es la Madre que nos anima y nos alienta con su propio ejemplo a llevar a todos nuestros hermanos la alegría del Evangelio. Todo aquel que se encuentra en su vida con el Resucitado, no puede por menos que comunicarlo a aquellos que le rodean. Es una noticia tan grande que no puede por menos que compartirla con el resto, convirtiéndose así en evangelizador, o portador de la Buena Noticia. Y a eso, estamos llamados todos. Con palabras del Papa Francisco: “Resucitemos a Jesús… llevémoslo a la vida cotidiana: con gestos de paz en este tiempo marcado por los horrores de la guerra; con obras de reconciliación en las relaciones rotas y de compasión hacia los necesitados; con acciones de justicia en medio de las desigualdades y de verdad en medio de las mentiras. Y, sobre todo, con obras de amor y de fraternidad.”
Queridos diocesanos, y ¿qué mejor manera de hacer realidad estas palabras del Santo Padre en nuestra querida Diócesis de Osma-Soria, que con la gracia del Año Jubilar Mariano concedido con motivo del 75 aniversario de la coronación canónica de la Virgen de los Milagros de Ágreda y del 25 aniversario de la coronación canónica de la Virgen de Inodejo? En el Decreto de convocatoria recordaba que “todo tiempo jubilar es una llamada a renovar nuestra vida cristiana, reavivando la unión con Dios y procurando con mayor empeño la coherencia entre la fe y la vida. También hemos de mirar a la Madre de Dios, confiar más en Ella, conocerla mejor como modelo de vida cristiana e invocarla como Madre de nuestra reconciliación”. Potenciemos, aún más si cabe, nuestra devoción por María. Una devoción, que en este mes de mayo se extiende por toda nuestra Diócesis manifestando el fervor y cariño que todos los sorianos tenemos por nuestra madre María, por medio de múltiples muestras de cariño: romerías, celebraciones, rezo del santo Rosario,…No hay duda de que el a mor a nuestra Madre la Virgen María, bajo sus diversas advocaciones, es un dique de contención del progresivo fenómeno de la secularización.
Que María, Reina de la Paz, nos acompañe cada día y nos ayude a todos a ser testigos del amor de Dios. Que María, Estrella de la Nueva Evangelización, nos ilumine en nuestro caminar y nos dé luz para llevar la vida a todos aquellos que viven en tinieblas. Porque con Jesús, ninguna noche es infinita.
Vuestro obispo,
+ Abilio Martínez Varea
Obispo de Osma-Soria