Carta del obispo de Sant Feliu de Llobregat: «El deseo y la llamada (2)»

Agustín Cortés Soriano continúa con sus cartas dedicadas al Adviento y esta semana nos recuerda que solo la llamada de Jesucristo responde a nuestras auténticas búsquedas y deseos

agustincortessoriano

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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Quisiéramos que la celebración de Adviento y Navidad significara algo más que una fiesta, es decir, que fuera la ocasión de un nuevo encuentro entre Dios que se ofrece y nos llama y nosotros, que buscamos expectantes. Vemos que este encuentro pide la necesaria coincidencia entre nuestros deseos más profundos y la llamada de Dios.

Por eso, nos preguntamos: ¿qué deseamos, qué buscamos, qué esperamos? Estas son cuestiones fundamentales siempre, no solo en Adviento, sino también para llegar a ser personas maduras, conscientes, libres y dueños de la propia vida.

Si diéramos la lámpara de Aladino a cada uno e hiciéramos una encuesta sociológica sobre estas preguntas, veríamos en primer lugar muchas coincidencias: aparecerían los deseos inmediatos, es decir, suficiente salud, bienestar, recursos, vernos satisfechos laboral y afectivamente, etc. Si volviéramos a preguntar invitando a pensar un poco más, habría una diversidad mayor de respuestas: aparecerían deseos más profundos, como la autorrealización personal, el bienestar de todos, la convivencia pacífica, la alegría, la paz social, la justicia, etc. Obtendríamos respuestas más diversas, pero todas coincidirían en expresar lo que cada uno entiende por “felicidad”, pues no hay nadie que no desee ser feliz e intente conseguirlo. La pregunta, pues, sería: ¿en qué consiste para ti la felicidad?, ¿cómo alcanzarla? La cosa se complica más cuando sabemos la fuerza manipuladora del poder político “mentalizando” y del poder económico creando artificialmente necesidades y deseos…

En tiempo de Jesús, en Palestina, había mucha expectación. Inducidos por el sufrimiento presente y herederos de una tradición llena de promesas divinas sobre la restauración, liberación, redención del pueblo de Israel (especialmente mensajes proféticos), la gente vivía en tensión hacia el futuro: Dios salvará. Pero ¿en qué consistirá la salvación, cómo salvará, qué vías usará para salvarnos, dónde encontraremos esta salvación?

En esto las respuestas del Pueblo de Israel eran muy diversas. Sometidos a la dominación romana y víctimas de los conflictos internos, unos esperaban un nuevo Rey libertador, otros un gran Sacerdote, otros un gran Profeta, otros un Mesías líder en la acción revolucionaria, etc. Sin excluir el uso de la violencia y la conquista del poder, sobre todo se tenía que hacer cumplir los rasgos de identidad nacional: la fe en Yahvé, la Ley, el culto, los profetas, las tradiciones…

Pero lo importante del recuerdo del tiempo de Jesús es que en la Encarnación ¡Dios pretendió encontrarse con todo el mundo, corrigiendo las expectativas de todos! Dios halló un pueblo expectante, pero se presentó diciendo a todos: “sí, pero no”. Sí a tu abertura a un futuro mejor, pero no a lo que esperas y al camino que usas para conseguirlo. El Dios de nuestros padres no es exactamente como piensas, el Mesías salvador no cumple la misión de salvar la humanidad por las vías que crees, el Reino de la felicidad es mucho más grande y muy distinto… Todo lo que crees que te salvará será destruido y solo quedará el Hijo del Hombre, el Siervo que viene a dar su vida en rescate por muchos…

Ya sabemos que esta diferencia y contradicción entre lo que Jesús ofreció y lo que la gente esperaba le valió la muerte en la Cruz. Podría ocurrir lo mismo con nosotros. Nuestros deseos y expectativas no son muy diferentes a las de los judíos contemporáneos de Jesús. ¿Cuántos deseaban / desean lo que Jesús ofrece? Sin embargo, solo la llamada de Jesucristo responde a nuestras auténticas búsquedas y deseos.

+ Agustín Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat