Carta del obispo de Sant Feliu de Llobregat: «Iglesia del diálogo»

Con motivo de la Jornada de las Comunicaciones Sociales, Agustín Cortés señala en su escrito semanal que «la Iglesia es lugar y fuente de comunicación en dos sentidos»

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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Decimos que la Iglesia del resucitado es una Iglesia profética, porque habla y proclama la Buena Noticia.

Hoy hemos de considerar la Iglesia “del glorificado”, la Iglesia del que culmina su obra, recuperando la gloria que poseía “desde el principio”, la Iglesia que vivía en torno a Jesús y que ha llegado a contemplarle vivo y regresado junto al Padre.

Esta Iglesia parece abandonada por su Señor. Pero no es así. Jesús siempre ha estado presente y cercano a su Iglesia, aunque de forma diferente. Pudieron verle, escucharle y tocarle como uno de nosotros. Pudieron verle, escucharle y tacarle en un cuerpo resucitado. Una vez glorificado, podemos verle, tocarle y escucharle mediante su Espíritu presente en la Iglesia. Y esta presencia compromete a la Iglesia, entre otras cosas, a ser eco de su voz, es decir, lugar y fuente de comunicación.

Hace bastantes años que se eligió este día de la Ascensión, como Jornada de las Comunicaciones Sociales. La Iglesia es lugar y fuente de comunicación en dos sentidos: está presente en el mundo plural y complejo de la comunicación social humana a través de instituciones o profesionales inspirados en el humanismo cristiano; y ella misma sirve a la comunicación evangelizadora de La Buena Noticia.

En uno y otro caso, vale la advertencia del Papa en su mensaje: la necesidad de la escucha. Pone de manifiesto uno de los problemas más graves de nuestra convivencia, no solo de pequeño grupo, como la familia, sino también de ámbito social y político. Saber escuchar no es fácil, aunque totalmente necesario. El profesor Y. Raguin, en su libro sobre el acompañamiento personal, decía: “¿qué debe hacer un buen acompañante? Comenzar escuchando, seguir escuchando… morir escuchando”.

Sin embargo, ni la emisión de miles de mensajes, ni la mera escucha tienen sentido. Los cristianos, asumiendo valiosas intuiciones de la filosofía antigua, hemos aprendido de la misma Revelación que la comunicación no tiene sentido, si no es para el encuentro y el diálogo. Yahvé había escuchado el clamor del pueblo, llamó a Moisés e inició un diálogo con el pueblo que, tras provocar la liberación de la esclavitud, culminó en la Alianza.

La comunicación en sí solo es instrumento. Quien insulta, miente, abusa o agrede, también comunica. La cuestión fundamental es el sentido que tiene la comunicación según los tres elementos esenciales: los sujetos que comunican (el emisor, el receptor), lo que se comunica y el modo de hacerlo. Todo es simple. ¿Quiénes, qué, por qué o para qué, cómo? También aquí intereses personales y el propio mercado impone sus leyes.

Quisiéramos que se comunicara siempre la verdad, que quienes están en comunicación busquen el encuentro, la información iluminadora, la acción humanizadora, el avance social, el compartir gozos y sufrimientos con vistas a vivir solidariamente, etc. Pero esto requiere profunda conversión. Conversión al otro, a la transparencia o sinceridad, a la escucha, al diálogo... Podemos poner mayúsculas: al Otro, a la Verdad, a la Fe.

† Agustín Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat