Carta del obispo de Segorbe-Castellón: «Acompañar a los enfermos»

En la Pascua del Enfermo, Casimiro López Llorente nos recuerda que «los enfermos no nos pueden ser indiferentes: no podemos olvidarlos, ocultarlos o marginarlos»

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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Este sexto Domingo de Pascua celebramos la Pascua del Enfermo. El papa Francisco ha escrito que se ha avanzado mucho, pero que “todavía queda mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado”.

Dios nos cuida con la fuerza de un padre y la ternura de una madre. El testigo supremo del amor del Padre a los enfermos es su Hijo unigénito. Los Evangelios nos recuerdan los continuos encuentros de Jesús con las personas enfermas para acompañarlas en su dolor, darle sentido y curarlo. Jesús siempre se acerca y atiende a los enfermos, especialmente a los que han quedado abandonados y arrinconados por la sociedad. La cercanía y compasión de Cristo hacia los enfermos, sus numerosas curaciones de toda clase son un signo maravilloso de que Dios ha visitado a su pueblo y del amor de Dios hacia cada uno de ellos. La compasión de Jesús hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: “estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25, 36).

Los discípulos de Jesús estamos llamados a hacer lo mismo. Los enfermos no nos pueden ser indiferentes: no podemos olvidarlos, ocultarlos o marginarlos. Ante los enfermos, que siempre tienen un rostro concreto, Jesús nos pide acercarnos y detenernos, escucharles y establecer una relación directa y personal con cada enfermo, sentir empatía y conmoción por él o por ella, dejarse involucrar en su sufrimiento hasta llegar a hacerse cargo de él por medio del servicio, como hace el buen Samaritano (cf. Lc 10,30-35). En la atención gratuita y en la acogida afectuosa de cada vida humana, sobre todo de la débil y enferma, desde su concepción hasta su muerte natural, el cristiano expresa un aspecto importante de su testimonio evangélico siguiendo el ejemplo de Cristo.

Este es el amor fraterno que todo cristiano y toda comunidad cristiana hemos de tener hacia los enfermos. El mismo Jesús encargó a sus discípulos la atención de los enfermos. El acompañamiento humano y espiritual y el cuidado cercano y fraterno de los enfermos, no puede faltar nunca en nuestra Iglesia diocesana y en cada parroquia. Los enfermos han de ocupar un lugar prioritario en la oración, vida y misión de todas nuestras comunidades cristianas y de los cristianos, siguiendo las palabras de Jesús y su ejemplo al modo del buen Samaritano. No siempre es posible curar, pero siempre es posible cuidar, consolar y hacer sentir nuestra cercanía.

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón