Carta pastoral del arzobispo de Barcelona: «Una segunda epifanía»

El cardenal Omella recuerda que al ponerse en la cola de los pecadores, Jesús "nos muestra la solidaridad de Dios con quienes están perdidos y desorientados"

juanjoseomella

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Hace dos días celebrábamos la solemnidad de la Epifanía del Señor. Epifanía, en griego, significa manifestación. El texto del Evangelio que leímos en la Eucaristía nos mostraba el camino que hicieron unos magos de Oriente para encontrar al niño Jesús y adorarlo. En este bello relato, el evangelista expresa que Dios se manifiesta a todos los hombres y mujeres de nuestro mundo.

Hoy, fiesta del bautismo del Señor, celebramos una «segunda epifanía». El evangelista Mateo explica el episodio en que Jesús se presenta ante su primo Juan el Bautista para que lo bautice en el río Jordán. Juan predicaba en el desierto de Judea, animaba a todos lo que acudían a él a convertirse y los bautizaba con el agua del río como símbolo de purificación.

En este pasaje, descubrimos la identidad de Jesús y cuál es su misión. Jesús es su Hijo amado (cf. Mt 3,17). Es el Mesías esperado que anunciaban los profetas. El trae la salvación que anhela el pueblo.

La escena tiene también como protagonista al Espíritu Santo. Dice Mateo que, cuando Jesús salió del agua, el Espíritu de Dios bajó como una paloma y se posó sobre Jesús. En el momento en que Jesús acoge el Espíritu se siente llamado a anunciar a todo el mundo el mensaje de la salvación.

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Dios lleva grabado nuestro nombre en su corazón. No deja jamás de buscarnos. Tal como dice el profeta Isaías, aunque nuestra propia madre se olvidara de nosotros, Él jamás nos olvidaría (cf. Is 49,15). Cuando recibimos el bautismo, Dios nos encarga una doble misión: pasar por la vida haciendo el bien y anunciar a nuestros hermanos la buena nueva de la salvación. Dios no nos deja solos para llevar a cabo esta misión. En el sacramento del bautismo recibimos su Espíritu como una semilla. Depende de nosotros, de nuestras familias y de nuestras comunidades que esta semilla germine y se convierta en un árbol frondoso.

Queridos hermanos y hermanas, pidamos al Señor que nos ayude a ser fieles a la misión que Dios nos ha encomendado en el bautismo. Seamos capaces de escuchar la voz del Espíritu que nos recuerda cada día de nuestra vida que somos hijos amados de Dios, llamados a anunciar el Evangelio y a ofrecer nuestras vidas con Cristo por la salvación de la humanidad.

† Cardenal Juan José Omella Omella

Arzobispo de Barcelona

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