Carta pastoral de Mons. Francesc Conesa: Pregoneros de la gracia de Dios

El obispo de Menorca reflexiona en su última carta pastoral sobre el anuncio de Jesús que debe comenzar por el don de Dios, por la gracia

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Agencia SIC

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Queridos hermanos:

Nuestro anuncio, como el de Jesús, no puede comenzar por los deberes y mandamientos, sino por el don de Dios, por la gracia. El anuncio del Evangelio no puede comenzar por lo que el hombre debe hacer, sino por lo que Dios ha hecho por él. Por eso, un principio fundamental en la vida cristiana es el de la “primacía de la gracia”. Este principio dice que lo primero en la vida del cristiano es siempre la gracia, el amor incondicional de Dios. Si nosotros podemos acercarnos a Dios, es porque Él nos ha atraído con su amor (cf. Jn 6, 44). San Juan dirá lleno de gozo: “Él nos amó primero” (1 Jn 4, 19). La primera palabra en la vida cristiana procede de Dios, de su amor.

Sin embargo, algunos cristianos piensan que la vida cristiana consiste en hacer muchas obras buenas, para poder presentarlas ante Dios y se imaginan que podrán hacer esas obras buenas sólo con su esfuerzo. Las conciben como una especie de trofeos que exhiben ante Dios: he ido a Misa, he ayudado al prójimo, he sido fiel a mi mujer, no he engañado en los negocios… Pero no son nuestras obras las que conquistan a Dios. Ninguna acción humana, por muy buena que sea, nos hace merecer que Dios nos ame. Es Dios el que nos ama a pesar de nuestros pecados y quien nos atrae con su gracia para que podamos responder a su amor.

Por eso, en el Catecismo de la Iglesia se dice que la catequesis debe ser siempre “una catequesis de la gracia, pues por la gracia somos salvados, y también por la gracia nuestras obras pueden dar fruto para la vida eterna” (CEE, n. 1697). La verdad cristiana que queremos transmitir comienza con la libre iniciativa de Dios. Esto significa que los frutos de nuestra acción pastoral no dependen de nuestra capacidad de hacer ni de programar, sino de nuestra colaboración con la gracia. Al principio del milenio, el Papa San Juan Pablo II explicó que la primacía de la gracia significa “primacía de la vida interior y de la santidad”. Y añadía: “Este es el momento de la fe, de la oración, del diálogo con Dios, para abrir el corazón a la acción de la gracia y permitir a la palabra de Cristo que pase por nosotros con toda su fuerza” (Carta Novo millenio ineunte, 38).

Muchas veces los cristianos hemos puesto más el acento en la ley que en la gracia, convirtiendo el cristianismo en un conjunto de normas morales y leyes para el culto. Pero lo primero es siempre la gracia. Antes de que la obligación moral y religiosa – dice el Papa Francisco – debemos hablar del amor salvífico de Dios (cf. EG 165). Debemos comenzar siempre proclamando la iniciativa amorosa de Dios. Personalmente y como comunidad debemos ser testigos de que creemos en la gracia de Dios, la hemos experimentado y la proclamamos con gozo.

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