Carta pastoral de Mons. Jesús Sanz: Asturias en Roma
El arzobispo de Oviedo dedica su última carta pastoral a la visita ad limina que un grupo de obispos españoles han realizado a Roma
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La visita ad limina que cada cinco años aproximadamente realizamos todos los obispos del mundo yendo a Roma, supone un acercamiento de nuestras diócesis a la Santa Sede a través de los organismos que ayudan al Papa para anunciar el Evangelio en esta coyuntura histórica en la que la Iglesia vive su misión ante los hombres contemporáneos. Así vamos pasando por los distintos Dicasterios que tienen que ver con la vida cotidiana en nuestras diócesis. Por allí van saliendo las luces y las sombras que concretan los desafíos con los que nos encontramos en este momento de la historia a la hora de evangelizar nuestro mundo comunicando una buena noticia. Dificultades y posibilidades van apareciendo, son parecidas en sus retos y también en sus recursos y soluciones.
La familia y la vida, la educación, la misión evangelizadora, los pobres y todas las heridas que genera nuestro mundo opulento e insolidario, el clero y los seminaristas con la falta de vocaciones, la vida consagrada en todos sus rostros, los medios de comunicación, la cultura. Toda una serie de departamentos que coinciden más o menos con lo que en cada diócesis tenemos para ir avanzando en esta coyuntura de la historia en la que como cristianos poder anunciar el mensaje de esperanza que nos dejó Jesús como la más bella herencia y la encomienda misionera de su propio encargo.
Pero hay un momento culminante cuando este puñado de obispos de las veinticuatro diócesis del noroeste de España, desde Navarra a Galicia, pasando por Asturias, Aragón, La Rioja y un trozo de Castilla, nos encontramos con el Santo Padre. Es el encuentro más esperado. Y nos dedicó nada menos que dos horas y media, hablando con una enorme franqueza, confianza, poniendo sobre el tapete las cosas que realmente nos preocupan en nuestra vida pastoral como obispos.
Fue hermoso cuando le di los saludos del arzobispo emérito, D. Gabino. Al preguntarme por sus apellidos, rápidamente lo identificó y me dijo que se acordaba de cuando había sido Presidente de la Conferencia Episcopal Española. ¿Cómo está? ¿Cuántos años tiene? ¿Sigue fumando tanto? Era curioso el detalle de preguntarme por su salud, pensando que una persona mayor tras haber fumado mucho podría estar delicado. Y con afecto me dijo que le llevara su bendición. También cuando le referí que en Asturias estuvo él en sus años mozos de joven jesuita. Y me contó alguna anécdota simpática sobre nuestra gastronomía, que pudo degustar en casa de unos parientes lejanos emparentados con su familia.
Entre tantas cosas comentadas, le dije cómo nuestra vieja Europa de raíces cristianas tal vez mal regadas, en la medida que pierde su identidad se hace insolidaria, y se sume en una tristeza que suscita nuestra preocupación, cuando vemos a demasiada gente tocada y hundida por todo lo que está pasando. Pero cómo el pueblo de Dios sencillo, sabe a quien pertenece su alma, y tiene motivos para la esperanza en medio de un mundo desesperado. Esta es la buena noticia que podemos anunciar los cristianos. Es el tema de la alegría que en esta tercera semana de adviento se nos propone desde la palabra de Dios. Una alegría que no es triunfalista, como subrayaba el Santo Padre en su respuesta a mi pregunta.
Ahí tenemos todo un programa también nosotros, siendo urgidos a convertirnos en servidores de esa alegría cristiana, la que se deriva de la escucha de Dios cuando nos habla o cuando nos calla. Pero a su entraña le llegan todos nuestros gemidos, como también le alcanzan los anhelos de nuestro propio corazón, mendigo de esa esperanza y esa alegría. Así ha sido esta visita a Roma, llevando a Asturias en el corazón y la mirada, poniendo ante el Papa, sucesor de Pedro, nuestra tierra, nuestra gente, nuestra Iglesia diocesana. Un regalo para mí y para todos. Dios sea bendito.
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