Carta del arzobispo de Valladolid: «Misa Crismal»

Luis Argüello dedica su carta a reflexionar sobre el significado de esta misa, que tiene lugar en la mañana del Jueves Santo

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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El final del Tiempo de Cuaresma y el comienzo del Tiempo Pascual viene señalado por una gran celebración eclesial, en la mañana del Jueves Santo: la Misa Crismal. En ella, el obispo, junto a su presbiterio y convocando al pueblo santo de Dios, preside una celebración de la Eucaristía que es expresión de la comunión y misión de la Iglesia.

Una Diócesis acontece cuando hay un sucesor de los apóstoles que preside el presbiterio diocesano, aquellos colaboradores necesarios del obispo que, junto con los diáconos, sirven al pueblo santo de Dios. Le sirven en el anuncio de la palabra, en la iniciación cristiana, en la manifestación de la misericordia, el partir el Pan y en el acompañamiento de su peregrinación hacia la meta, que la misma Eucaristía anticipa.

En la Misa Crismal, los sacerdotes renuevan las promesas del día de su ordenación, y reafirman de esta manera su compromiso de comunión, de oración y de servicio apostólico al pueblo santo de Dios. Pero, además, en la Misa Crismal se bendicen óleos, y se consagra el crisma. Óleo de los catecúmenos, santo crisma y óleo de los enfermos, que simbolizan lo que a través de la expresión litúrgica se cumple más tarde y se hace misión en la calle, en la plaza y en la vida de la Iglesia.

La Iglesia está llamada a comunicar la vida que del Señor ha recibido, y lo hace en la iniciación cristiana. El óleo de los catecúmenos y el crisma intervienen activamente en esta acción del Espíritu Santo para hacer nuevos cristianos en el Bautismo y en la Confirmación. La iglesia –que experimenta en cada uno de sus miembros la salvación del Señor, el significado de su misericordia, la victoria sobre el pecado y sobre la muerte, y el miedo que ésta siempre nos produce–, anuncia esta buena noticia y la transforma, además, como hacía el mismo Señor, en gestos concretos de curación y de esperanza. Por eso, el óleo de los enfermos, que es utilizado para administrar el sacramento de la Unción de los Enfermos, nos recuerda por una parte la fragilidad de nuestra propia existencia; la enfermedad o la falta de firmeza de nuestro propio cuerpo, pero al mismo tiempo nos regala la misericordia que cura las heridas y que siembra en nuestro corazón la esperanza ante la muerte.

Esta Misa Crismal es, por todo ello, un gran acontecimiento eclesial. Lo es, singularmente, de comunión, pero engendra en esta misma comunión la misión de la Iglesia.

En este tiempo sinodal que vivimos, unidos a todas las iglesias del mundo y presididos por el papa Francisco, la comunión que expresa y hace visible la Misa Crismal es, sin duda, un acontecimiento de gran importancia. Y, desde ella, renovadas las promesas de los presbíteros, bendecidos los óleos y consagrado el crisma, todo el pueblo santo de Dios es invitado a salir al camino de la vida para anunciar el Evangelio, iniciar en la vida cristiana, y transmitir la misericordia que cura y da esperanza.

+ Luis Argüello

Arzobispo de Valladolid