Carta del obispo de Astorga: «Generar esperanza»

El proximo domingo la Iglesia celebra su jornada dedicada a las personas dedicadas a la vida contemplativa, quienes en palabras de Jesús Fernández encarnan y anuncian esperanza

jesusfernandezgonzalez

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El domingo 4 de junio, solemnidad de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra la Jornada Pro Orantibus bajo el lema “Generar esperanza”. Se trata de una jornada especialmente dedicada a los contemplativos y contemplativas de nuestra Iglesia. Estamos atravesando un momento difícil de nuestra historia. Cada día recibimos noticias o somos testigos de acontecimientos que ofrecen motivos para la tristeza y la preocupación: gestos de insolidaridad, de injusticia, de violencia; situaciones de pobreza, de desesperación… Tampoco faltan en nuestra vida personal motivos para el desaliento.

Tradicionalmente se ha venido asociando la acumulación de años con el crecimiento del pesimismo y, en determinados casos, de la desesperación, pero últimamente este fenómeno parece afectar de forma creciente incluso a los jóvenes. Baste recordar que, el pasado diecinueve de mayo, dos mellizas de doce años murieron al precipitarse desde la ventana de un edificio de la ciudad de Oviedo. Este trágico acontecimiento se producía tres meses después de que dos hermanas gemelas, también de doce años, saltaran desde el balcón de su casa, en la localidad barcelonesa de Sallent.

Cuando aparece una enfermedad grave, como sucedió en el año 2020 con la Covid-19, todos los esfuerzos se vuelcan en encontrar una vacuna que pueda servir de antídoto. Pues bien, frente al contagioso virus del desaliento que -según afirma también el Papa Francisco- parece difundirse a nuestro alrededor, “el Señor nos ha dado una vacuna eficaz… que es la esperanza. La esperanza que nace de la oración perseverante y de la fidelidad cotidiana a nuestro apostolado”.

La esperanza se basa en la promesa del Señor que nos ama y es fiel, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen a la felicidad de su gloria (1 Tim 2, 4). Esa esperanza que es don de Dios, tiene su reflejo en el ser humano. Efectivamente, la esperanza -dice el Papa Francisco- “nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor… La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna” (FT, 55).

Los contemplativos, a los que recordamos en esta jornada, encarnan y anuncian esta esperanza que, yendo más allá de las provisionales esperanzas humanas, ponen en Dios la esperanza definitiva. Con su oración constante, con su contemplación del rostro luminoso de Cristo resucitado, con su vivencia de la fraternidad, con su hospitalidad y caridad, con su trabajo y descanso, los contemplativos alimentan la esperanza y se convierten en faro luminoso para nuestros pasos cansados y miopes. Ellos son memoria de que hay agua para todos los sedientos, esperanza para todos.

Agradecemos a Dios el testimonio de la vida contemplativa convertida en un canto de esperanza contra el mal y el sinsentido. Estos hombres y mujeres no están al margen ni permanecen impasibles ante los dolores y las alegrías de sus hermanos; al contrario, su corazón late con el nuestro, oran por todos, acogen, dan luz y consuelo a los que se les acercan. Recemos también por ellos y para que crezcan las vocaciones a la vida contemplativa. Necesitamos esperanza y ellos la siembran a raudales.

+ Jesús Fernández González

Obispo de Astorga

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