Carta del obispo de Astorga: «¡Es tu momento! La comunidad parroquial, responsable de la catequesis»
En el día que la Iglesia celebra el Domingo de la Palabra, Jesús Fernández nos recuerda que la vida cristiana supone la adopción de un modo evangélico de vida
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El día veintidós de enero, la Iglesia celebra el Domingo de la Palabra de Dios. El papa Francisco instituyó esta Jornada para alentar la familiaridad y la intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado que sigue partiendo y compartiendo el pan de la Palabra en la comunidad de los creyentes hambrientos de verdad y de sentido. Como dice el papa Francisco, “la Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana” (EG 174).
Además, la Palabra edifica la comunidad. Reunidos en su escucha, los israelitas tomaron conciencia de ser el pueblo elegido de Dios. Del mismo modo, los cristianos, convocados y aleccionados por la Palabra de Dios, nos integramos como pueblo de la nueva alianza, hijos de Dios y hermanos en Cristo, llamados a colaborar con él en la transmisión del Mensaje y en la edificación del Reino.
Fieles al mandato de Jesús –“id y haced discípulos”- la Iglesia, pueblo de Dios en marcha, superando la tentación de convertirse en un gueto cerrado, invita a incorporarse a su seno a todos los que lo deseen. Esta incorporación se realiza a través de un proceso que llamamos “Iniciación cristiana”, conformado por tres elementos íntimamente relacionados: la catequesis, la liturgia y el modo de vida.
La vida cristiana no se define solamente como un modo de pensar, una ideología, una doctrina. Tampoco por la realización de unos actos de culto en exclusiva. La vida cristiana supone también la adopción de un modo evangélico de vida. Se justifica de este modo que debamos ayudar a los iniciandos a cultivar los hábitos de vida concordes con los mandamientos de la ley de Dios y en línea con las bienaventuranzas; que se motive la participación en la eucaristía, fuente y cima de la vida cristiana y, en fin, que se ofrezca la catequesis que permite asimilar los contenidos de la fe.
Cinco días después de la celebración del Domingo de la Palabra de Dios, concretamente el día veintisiete de enero, se celebra la fiesta de s. Enrique de Ossó, patrón de los catequistas de España; por ello, el organismo correspondiente de la Conferencia Episcopal Española nos propone dedicar este día a concienciar sobre la responsabilidad que tiene la comunidad parroquial en la catequesis.
Sin duda, la catequesis constituye uno de los momentos en que la Palabra de Dios adquiere un mayor protagonismo y tiene un mayor peso. Después de la eucaristía, seguramente es una de las acciones pastorales que más ha cuidado la Iglesia y en la que la participación de los laicos ha sido más destacada. Probablemente, la mayoría de los que me están leyendo recuerda con gratitud a la catequista o al catequista que le ofreció las primeras claves de la fe.
A día de hoy, los catequistas, junto con los lectores y cantores, siguen liderando el compromiso laical al interior de la Iglesia. Sin ellos, sería imposible la iniciación cristiana. Los necesitamos, y los necesitamos bien formados para que su ministerio no se limite a ofrecer contenidos de fe, sino que, sobre todo, transmita la feliz experiencia del encuentro y del seguimiento de Jesucristo.
Finalmente, quiero hacer una llamada a los miembros de las comunidades cristianas para que no olviden que el sujeto principal de la evangelización y, por tanto, de la catequesis, es la Iglesia, encarnada en cada célula que es la parroquia o, en su caso, la UPA. Por lo tanto, todo bautizado que viva su fe auténticamente, ha de sentir la urgencia de iniciar en la fe a los que no la viven. Además, su conciencia eclesial le hará ver la importancia de generar una vida comunitaria que resulte acogedora y atractiva para que los que participan en los procesos de iniciación, no la abandonen cuando concluyan, sino que sigan siendo miembros activos en su seno.
+ Jesús Fernández González
Obispo de Astorga